Desde hace años, las encuestas han sido un recurso utilizado por los aspirantes a cualquier cargo público para lograr medir sus posibilidades, pero además para generar percepción y con ello desalentar a sus oponentes.
La candidata presidencial Claudia Sheinbaum, de acuerdo con muchos sondeos realizados en el país por diferentes casas encuestadoras, es puntera en este proceso sobre Xóchitl Gálvez.
La misma aspirante panista admite que las mediciones no le son favorables, pero se defiende asegurando que a poco más de un mes de celebrarse la elección nada está escrito, porque las encuestas son una fotografía del momento.
Las empresas que realizan este tipo de trabajos siempre se venden como las mejores y las más acertadas, pero hay de todo. Algunas muy profesionales y otras son chafas y hacen trajes a la medida.
De hecho en el ámbito electoral están plenamente identificadas y depende del resultado es el costo. Insisto en que no todas lo hacen, pero sí hay muchas sin escrúpulos.
En Nuevo León sucede lo mismo. Hay de todo como en la viña del Señor y ahora en campaña se acercan a los candidatos para ofrecer sus productos, y de eso depende el costo.
Algunas todavía hacen trabajo de campo y aplican por lo menos mil cuestionarios debidamente segmentados, con lo cual garantizan una mayor confiabilidad y llegan hasta niveles del 97 por ciento.
Otras utilizan herramientas digitales y métodos más modernos, pero también dan resultados que estadísticamente tienen calidad y sobre todo la validez requerida en esas investigaciones.
Al final importa la metodología, pero también la credibilidad de quien respalda el trabajo. En los medios de información sucede algo similar porque “hay niveles”, como diría mi amigo periodista Javier Sepúlveda.
Los mismos expertos saben que los sondeos nos dan una fotografía instantánea y miden el momento de cualquier personaje o producto, pero la verdadera encuesta es el día de la votación y para eso todavía faltan unas semanas.
