Los vecinos de la calle Quintana Roo en la colonia Josefa Zozaya Primer Sector, del municipio de Guadalupe, llevan meses sufriendo con el drenaje pluvial que literalmente se regresa a sus casas, lo cual representa ya un problema de salud.
En repetidas ocasiones han hecho reportes a la central de Agua y Drenaje de Monterrey (5166144, 3824707, 3842200, 5167068), donde todavía no responden de manera positiva y los desechos ponen en riesgo a sus familias.
Según la página oficial de la empresa, han realizado inversiones en equipo especializado, como los sistemas hydroclean y jetvac, con una inversión de 63 millones de pesos para mejorar el mantenimiento del alcantarillado, pero por lo visto son insuficientes.
Aunque ahí mismo se dice que la paraestatal mantiene una posición financiera sólida, con una deuda que representa solo el 32.3 por ciento de sus ingresos, según reportes recientes, los usuarios no comprenden por qué la falta de reacción.
Lo que los directivos no van a reconocer es que el problema de la Zozaya es solo un botón de muestra de lo que realmente sucede en toda el Área Metropolitana: el drenaje está colapsado en muchos sectores y estamos ante una bomba de tiempo.
Tan complicada está la situación que en el presupuesto de este existe una partida de 720 millones de pesos específicamente para el tema, pero por estrategia o logística de AyD, en este momento no es prioridad.
El Gobierno del nuevo Nuevo León ha destinado recursos récord por 21 mil 155 millones de pesos para avanzar en la construcción de la infraestructura hídrica que demandan los nuevoleoneses, lo cual es cierto.
Está claro que desde su llegada, el gobernador Samuel García instruyó a la dependencia para realizar un plan maestro que garantizara el agua hasta el año 2050, pues la crisis del agua puso en riesgo la vida económica de una entidad donde sus fuentes de abastecimiento se encontraban casi agotadas.
Una vez superada esa emergencia, ahora deberán enfocarse en resolver un asunto que a simple vista pasa desapercibido, pero que nos puede paralizar y convertirse en un embotellamiento subterráneo de grandes dimensiones.
En corto, los trabajadores de la paraestatal le explican a la gente la gravedad del caso, pero la instrucción es darle largas hasta que casi exploten las alcantarillas. El punto es para qué esperar a que lleguen las cosas hasta ese grado y que se convierta en un verdadero conflicto social. Como diría Juan Gabriel: “Pero qué necesidad”.