Hace un par de décadas cuando escuchábamos hablar de terrorismo nos remitíamos a hechos como los ocurridos en las Torres Gemelas de Nueva York, o los atentados con coches bomba en Colombia, pero hoy son una realidad que tenemos tristemente a la vuelta de la esquina y cualquiera de nosotros podríamos ser víctimas de un acto terrorista.
Pero ¿qué da libertad de acción de los grupos criminales en nuestro país para ejercer actos de terrorismo? simple, los niveles de impunidad que hay, pues aunque se ha dado con un pequeñísimo grupo de responsables materiales de los actos calificados como terroristas del pasado martes, quienes dirigen a estas células criminales siguen en la calle sin ser tocados y ven a estos ejecutores de sus órdenes como piezas desechables de su organización.
El terrorismo en México es una realidad pues se define como violencia premeditada, es un método para lograr objetivos precisos que tienden a desestabilizar a la población y a la autoridad tiene una intención, preparación y decisión previa cuyos fines son beneficiar con el terror de la población a los grupos criminales, logrando enviar su mensaje de poder.
De modo que quienes cometen actos terroristas sus objetivos son “no combatientes”, es decir atacan gente que no puede defenderse (incluyendo policías y militares que no están en posiciones de defensa), son actos que además están por encima de la dignidad humana, pues la degradan a su más mínima expresión.
Y gracias a una política de brazos caídos en donde poco se hace para dar con los responsables detrás de los encargados de ejecutar estos actos las bandas del crimen organizado han aumentado el nivel de violencia de sus actividades en contra de objetivos no combatientes, generando miedo, en potencia, en acto, o a posteriori.
Pasamos de niveles exacerbados de violencia a actos terroristas, que terminarán por dar al traste con esa confianza que aún se tiene en México, estamos catalogados como un país violento donde estas manifestaciones tristemente se consideran como “protestas”.
Con ese discurso, vamos de mal en peor.
miguel.puertolas@milenio.com