Ayer leía con atención el estudio realizado por la Red de los Derechos de la Infancia en México (Redim) y el Observatorio Nacional Ciudadano de Seguridad y Justicia (ONC) respecto a que según las variables analizadas por ellos unos 250 mil menores estarían en riesgo de ser reclutados por el crimen organizado.
Me parecen cifras conservadoras si tomamos en cuenta que no necesariamente trabajan para los criminales sino que hay niños que indirectamente se ven inmiscuidos en asuntos relacionados con este tema al ser hijos o familiares cercanos de personas dedicadas a actividades criminales.
Hay un sinnúmero de factores que podrían incidir en qué tan gravemente ha sido afectada nuestra niñez por miles de circunstancias que los han obligado a terminar relacionados directa o indirectamente con delincuentes.
Primero que nada es la falta de oportunidades y la grave desintegración familiar que enfrentan, muchos niños viven al día no solo económicamente sino también con una amenaza latente, inseguridad e inestabilidad del entorno familiar, la violencia en casa es uno de los factores que inciden en la formación de un niño.
Una historia cercana: una pequeñita de 8 años que le dijo a su mamá, una mujer de clase social baja que se dedicaba a la limpieza de hogares que quería ser doctora de grande, “olvídalo ni creas que voy a tener dinero para pagarte estudios así”, condenando a la menor a ver que sus posibilidades de crecer en un ambiente diferente y superarse están lejos de su alcance.
Esa falta de oportunidades, sumado a la crisis educacional y económica generada por la pandemia dejó a cientos de miles de menores sin posibilidades económicas y de estudio obligándolos en el mejor de los casos a trabajar para sobrevivir y en el peor enrolándose en pandillas que terminan siendo reclutadoras de futuros delincuentes.
Existe un gran riesgo para el país pues estamos hablando de generaciones enteras que pudieran verse afectadas y con un efecto multiplicador más adelante.
Miguel Ángel Puértolas
miguel.puertolas@milenio.com
