Medio México no lo sabe, pero ya conoce el trabajo de la directora Natalia Beristáin: co-dirigió episodios de Luis Miguel: La Serie.
La oportunidad para ver su obra en un sentido más personal llega con el estreno de su segunda película, Los adioses, drama intimista sobre la relación entre la escritora mexicana Rosario Castellanos y el filósofo Ricardo Guerra. Por los detalles de su formación familiar, su talento literario y desenvolvimiento en la vida intelectual de la Ciudad de México a mediados del siglo pasado, Castellanos es un personaje de indudable perfil cinematográfico.
Llevar su vida a la pantalla implicaba vaciar esa información en un molde: sus orígenes, su contexto social, los eventos que definieron su carácter. La propuesta de Natalia Beristáin (de quien muchos ansiaban una siguiente película, luego de su debut con No quiero dormir sola) comienza por romper ese molde. Rehúye al recuento biográfico, a la reconstrucción histórica, para narrarnos encuentros privados de esta pareja. Suceden en escenas de cama, pláticas de alcoba o citas románticas. Distinta de las cintas que ponen empeño en engrandecer al protagonista mediante memorables apariciones públicas y su “codo a codo” con otros contemporáneos ilustres, Los adioses proyecta a Castellanos en encuentros domésticos y solitarios que trascienden su personalidad con sutileza, enfocándose más en el carácter que en la vida detallada de su protagonista. Quien necesite contexto para disfrutarla tendrá que ser tolerante. Fechas, lugares, personajes históricos y anécdotas se sugieren vagamente. Esto es una buena idea, si pensamos en la dinámica de algún modo dañina que han propiciado las bioseries: mientras más contexto dan al espectador, más reducen a sus personajes a estereotipos, más se promueve una sola interpretación de la historia.
El maniqueísmo al retratar personajes históricos también se evita con buenos actores que asuman dichos roles como responsabilidades. Karina Gidi y Daniel Giménez Cacho son aliados cruciales de Beristáin en esa labor. La versión juvenil (menos memorable, igual de correcta) de estos mismos personajes corre a cargo de Tessa Ia y Pedro de Tavira. Ambas encarnaciones de esta dupla matizan los altibajos de la vida en pareja en viñetas domésticas acompañadas por la voz en off de Gidi dando lectura a fragmentos de la obra de Castellanos, lo cual nos lleva al acierto más admirable: para ser una película que recurre extensamente a pasajes de cartas, poemas y ensayos, no se contagia de grandilocuencia o pretensión. De igual forma, su tratamiento de las desventajas sociales y prejuicios que limitaban a las mujeres, pese a ser directo, no la proclama automáticamente como cinta exponente del feminismo. Castellanos objetaba al feminismo de su época ciertas debilidades y el guión pone cuidado a esa complejidad. Esa exactitud de tono, actuaciones y técnica es lo admirable en la dirección de Beristáin; un control artístico que pocas veces es visto a ese nivel en el cine mexicano.
De espíritu emancipatorio y temática urgente, Los adioses es una de las cintas mexicanas más pertinentes del 2018.
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Maximiliano Torres
Monterrey /