Cultura

El arte de la sutileza

En 2024 se convirtió en la primera mujer asiática en ganar el premio Nobel de Literatura. Han Kang (Gwangju, Corea del Sur, 1970) se dedica al desvelamiento de estados emocionales. Su escritura mantiene una estrecha relación con la poesía, por eso se tiene la impresión de que sus novelas no son propiamente una serie de acciones con un desenlace, sino recubrimientos, resonancias, miradas fragmentarias y reconstrucciones. En el universo simbólico de Kang el minimalismo ocupa un lugar predominante: los susurros, los silencios, los ruidos de los insectos, la sangre, la lluvia, la nieve, la luz y la oscuridad.

La clase de griego. Han Kang.Traducción de Sunme Yoon. Random House. México, 2024.
La clase de griego. Han Kang.Traducción de Sunme Yoon. Random House. México, 2024.


La clase de griego (2011) es una novela no convencional, fragmentaria, en donde la pérdida une a los protagonistas. El profesor de griego, coreano que ha vivido en Alemania y luego regresa a su lugar de origen, está perdiendo la vista como sucedió con sus ancestros. A una joven madre, que le han quitado la custodia de su hijo de nueve años, se le ha ido la voz. Escribe: “Un silencio anterior al habla, anterior incluso a la existencia absorbía el fluir del tiempo y la envolvía por dentro y por fuera como una esponjosa capa de algodón”.

Los dos viven situaciones paralelas que los hacen explorar intrincados senderos. La autora no pierde de vista ningún objeto, rastro o impulso vital que haya dejado en la historia, sino que lo recupera de la forma más acertada. Nada aparece de forma ocurrente o caprichosa, es incorporado como refuerzo para lanzar una comparación sobre el acto de quedarse sin uno de los cinco sentidos: la vista, el habla… La prosa fluye en medio de sutilezas y derrumbes, pisa firmemente como lo hacen otras autoras que desean mostrar que el camino de las mujeres no es ni ha sido fácil.

“El lenguaje de la poesía, la lengua que nos queda, es apreciada y hermosa porque llama a lo que se pierde. Porque lo que se pierde es de Dios”, dice el filósofo Giorgio Agamben en una traducción de Roberto Bernal. El quebranto convoca al desasosiego. Han Kang nombra estas pérdidas, las exorciza y las transforma en logros.

Un pájaro queda atrapado al igual que sus personajes, quienes están inmersos en conflictos internos, introspecciones, recuerdos de otros tiempos. Las líneas paralelas crecen, dotan a los seres de sus historias de versatilidad y ternura. Sí, la ternura que tanto admira y proclama Olga Tokarczuk (premio Nobel polaca, 2018) en la escritura.

En la historia Borges aparece a través de cameos, para utilizar la lengua propia de los cineastas; también el escritor argentino, maestro de inglés y de literatura, perdió la vista justo cuando lo nombraron director, en 1955, de la Biblioteca Nacional, que curiosamente estaba ubicada en la calle México en Buenos Aires, como le ocurrió a su predecesor José Mármol. La resiliencia hace que Borges se una a Homero como escritor ciego, al igual que el profesor de griego acepta que la oscuridad está a punto de llegar a su vida, y aprenderá a respirar en medio de ese mundo de sombras.

Por otra parte, las leyes en Corea del Sur no benefician a las mujeres que deciden tener hijos. Cada vez hay más mujeres que no desean tener descendencia, debido a la serie de inequidades que ostenta el sistema patriarcal; además de una serie de estereotipos que ellas deben cumplir para no estar fuera de lo que dicta la sociedad, pues lo cánones se imponen así como la gran cantidad de productos de belleza y cirugías estéticas. Como a la estudiante de griego, las mujeres divorciadas pueden perder la custodia de sus hijos, pues el gobierno favorece que los hijos vivan con el padre, porque será quien les enseñe a abrirse paso por la vida. La mayoría de mujeres coreanas son parte de una sociedad que no planea tener hijos. Esto ya se ha convertido en un problema, por esa razón el Estado ha empezado a incentivar políticas públicas con tal de revertir esta tendencia.

Cuando la madre es alejada de su primogénito, ya no puede emitir sonidos. La mudez le cae encima como un retorno a los años que vivió desamparada, en medio de mecanismos de defensa que forjaron un desequilibrio ante el abanico de emociones. Pronunciar una sílaba requería de un esfuerzo arduo, mas no lo conseguía, seguía arañando el lenguaje no verbal.

“Ella se inclina hacia delante. / Aprieta con fuerza el lápiz. / Agacha más la cabeza. / Las palabras no se dejan asir. Las palabras han perdido los labios, que han perdido los dientes y la lengua, / que han perdido la garganta y el aliento, no se dejan asir. / Como si fueran fantasmas incorpóreos, ella no puede tocar sus formas”, dice la protagonista.

Luces y oscuridad, los contrastes danzan en espiral y se alcanzan a ver destellos luminosos. Han Kang elige la primera persona para que el profesor cuente su historia, ese yo enfático y propositivo, luminoso a pesar de la sombra que está por capturarlo. En tanto que opta por la tercera persona para hablar de la madre, pues sería una contradicción escuchar su voz cuando no la tiene.

“Tomé conciencia de que el cuerpo humano es triste, de que está lleno de zonas cóncavas, suaves y vulnerables, como brazos, axilas, pecho y entrepierna; de que es un cuerpo nacido para abrazar y desear el abrazo de alguien”, contempla el profesor antes de que tome conciencia de que pronto no podrá “distinguir mi reflejo en el espejo de todo lo demás. Todos los rostros que recuerdo se quedarán congelados en mi memoria”.

La incorporación del griego da pie para que la novelista haga uso tanto de silogismos como de la filosofía de Platón. Las palabras del griego antiguo, lengua con pocos hablantes, le imponen una doble dificultad a la mujer que vive en un silencio permanente.

En un mundo que se rige por la acumulación de actividades, productividad y la vertiginosidad que genera el tiempo, no es posible leer a Han Kang de un tirón. Porque contagia experimentar las sombras y la impotencia en la garganta de la madre y, claro está, las sutilezas, los ensambles y los cruces que la narradora hace entre una y otra vida.

“El mundo nace cuando dos se besan”, dice Octavio Paz en Piedra de sol. Y esta línea le viene bien a la prosa luminosa, sensitiva, de Han Kang.


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Mary Carmen Sánchez Ambriz
  • Mary Carmen Sánchez Ambriz
  • mcambriz@hotmail.com
  • Ensayista, crítica literaria y docente. Fue editora de la sección Cultura en la revista Cambio.
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