La mentira no forma parte de los derechos democráticos, aunque la manipulación de la verdad sea materia prima de la política. Existe un piso mínimo de verdad en todo principio de realidad y cada vez más este país se decide a despreciarlo. Cuando la cosa pública se interpreta únicamente desde convicciones privadas, surge la negación capaz de rechazar lo dicho mientras es dicho. Se alimenta la inmunidad a lo nocivo, la base del delirio masificado.
La benevolente relación mexicana con la mentira aleja cualquier asomo ético. Un periódico gustoso de su papel como vehículo de propaganda, falsea en primera plana una consigna sobre la firmeza de las pruebas en la versión política más reciente alrededor de Ayotzinapa. Refrendo de la imposibilidad en medio de la tragedia emblemática de nuestra sinrazón.
Si bien las ya desacreditadas capturas de pantalla que exhibieron los límites plausibles de lo atroz no son parte de las investigaciones de la Fiscalía —por llamarles así—, muestran el uso político de la barbarie sin importar el fomento a la mentira. Insistir en la nulidad de su impacto judicial, corre el riesgo de minimizar su efecto real dentro de un proceso donde lo político ha pasado por encima de la verdad.
Daría lo mismo si el ejercicio de pasquín o las peroratas fuesen hechos aislados.
El secretario de Gobernación habla de una investigación en la Corte Penal Internacional sobre un presidente ejemplo de vergüenza. ¿Para qué hacer pedagogía de la verdad si la mentira da suficientes aplausos? Imagino sabe, dicha corte no recibe denunciasa individuos.
Voces oficiales y ecos digitales replican fraseos denostando la institución electoral. La titular de la Comisión Nacional de Derechos Humanos se suma, publicando un comunicado en su contra y el consejo del organismo se deslinda de él. El presidente ya lo había avalado. Respaldó la mentira en su vocación por diseminar la trampa.
El juego con los sujetos entrelazados refleja la estructura mental del gobierno mexicano, para quien la ignorancia y el desdén son un acto fundamental.
Si la verdad importara, detestaríamos ser el país de los dos perros vistos mientras cargaban partes humanas en el hocico. Y quizá, nos haríamos algunas preguntas.
Maruan Soto Antaki
@_Maruan