Los materiales noticiosos que se han venido recopilando en las diversas plataformas de Grupo Multimedios y MILENIO que recogen las huellas que dejó Don Miguel Hidalgo y Costilla por diversas regiones de nuestra entidad, permiten un conocimiento a detalle de su vida y obra más allá de las visiones generales de los clásicos textos escolares de la Historia nacional.
Durante los últimos días hemos seguido las huellas y los vestigios del Padre de la Patria, desde sus orígenes en las ciudades que hoy son Corralejo de Hidalgo, en Pénjamo, pasando por sus vínculos familiares con Irapuato, su predilección por las tertulias en Guanajuato capital , así como su labor social en San Felipe y los albores de la libertad en la entonces Villa de Dolores, en cuya Parroquia, precisamente en el marco de la fiesta patronal de la localidad, la de la santísima Virgen María Dolorosa, que entonces se celebraba el tercer domingo de septiembre y cuyo novenario estaba por iniciar. Una multitud de fieles se congregó ese domingo en el atrio y conformó el primer grupo de Insurgentes.
Hay un aspecto que conviene resaltar como común denominador de la vida y obra del Cura Hidalgo: la influencia del pensamiento humanista desarrollado durante sus años de estudiante y posteriormente rector del entonces colegio nicolaíta en Valladolid, hoy Morelia.
Fundado en Pátzcuaro por el ilustre Don Vasco de Quiroga, Primer Obispo de Michoacán, el Primitivo Colegio Real de San Nicolás Obispo difundía el conocimiento de las lenguas nativas para facilitar la evangelización, y no tardó en educar a los hijos de los indígenas en sus aulas.
El clérigo humanista puso en marcha en tierras tarascas la utopía de Tomás Moro. Una vez en Valladolid, de sus aulas abrevaron Hidalgo y Morelos, cuyo pensamiento y actuar fue forjado por la sólida formación social y moral cristiana recibida.
Así, no quedaba más paso que luchar por ideales de libertad y justicia. El resto de la historia es harto conocida.
