La derrota de Xóchitl Galvez en la ejemplar jornada del 2 de junio pasado era, por decir lo menos, previsible.
Construir una candidatura ganadora lleva tiempo. El más claro ejemplo de ello es el actual presidente López Obrador quien gastó casi 20 años de su vida para poder ocupar la silla presidencial.
En otras palabras: una opción verdaderamente viable y seria no se construye de la noche a la mañana. Porque si se hace de esa manera, véase el caso de Máynez, esos serán los resultados: una candidatura testimonial, ataviada de una canción pegajosa, lo suficiente para no perder el registro.
Esa debería ser la principal lección para la oposición que luce desdibujada, desarticulada y descobijada -por los magros números obtenidos en las urnas- del respaldo popular al haberle dado la espalda a sus principales preocupaciones y necesidades.
Ya vendrá el tiempo de la reflexión, el reparto de culpas una vez que las aguas poselectorales se apaciguen y -sería sano-, renuncias si es que quieren ser competitivos en los próximos comicios presidenciales pasando primero por la aduana de las próximas intermedias.Lo que no deja de llamar la atención, e inquietar dado el alcance de lo ocurrido, es que el pueblo bueno dio un cheque en blanco al llamado Plan C o “segundo piso” de la 4T: una mayoría en ambas cámaras del Congreso de la Unión.
La voz ciudadana se alzó en las urnas. Todo parece indicar, salvo lo que se confirme el próximo domingo con el las diputaciones prlurinominales, Sheinbaum, llega con las llaves para las reformas estructurales que requiera.
No se veía un Congreso con mayorías afines al Ejecutivo en ambas cámaras desde 1994, antes de la llegada del bloque opositor, en la LVII legislatura. En este sentido el retroceso democrático en términos de equilibrios de poderes fue, de al menos. tres décadas.