Desde pequeños se nos ha enseñado a postergar nuestros sueños. Envueltos en la rapidez con la que tenemos que crecer y responsabilizarnos, mezclada con los problemas que surgen mientras nos vamos desarrollando, queda poco tiempo y pocas ganas para poder concretar nuestros sueños.
Entonces, la niña que quería ser astrofísica para ir a Marte se convierte en especialista en finanzas; no porque esto tenga absolutamente nada de malo, sino porque la vida la llevó a ese camino porque aprendió que una carrera exitosa es aquella donde se gane más dinero, o donde pueda llegar más alto en su profesión. El chico que quería ser poeta se convirtió en abogado, porque su familia tiene una larga herencia de juristas y, al mostrar una mente brillante, desde pequeño lo "visualizaron", lo proyectaron para convertirse en "el mejor" abogado.
Ningún destino es malo, siempre y cuando tengamos plena conciencia y aceptación de este. Es posible que, hacia la adolescencia, ese sueño de ser astrofísica cambió por alguna experiencia o porque en la escuela descubrió que su materia favorita eran las matemáticas. Es decir, los sueños son moldeables y tan alcanzables como nosotros queramos.
Incluso en una situación de desventaja, conocemos muchos ejemplos de personas que soñaron, trabajaron y alcanzaron sus sueños. No todos los que han alcanzado la cima de sus campos son personas que nacieron con privilegios y medios. Sin descartar, por supuesto, que la movilidad social sí está definida, en muchas ocasiones, por estos factores; pero no debemos dejarnos vencer por esta idea. Así como tampoco debemos vincular el concepto "éxito" exclusivamente con el concepto "riqueza".
La clave, desde mi perspectiva, está en qué tan eficiente sea la visualización de nuestras metas y cómo "organizamos" la manera de llegar a ellas. Es decir, muchas veces tenemos una gran meta y el camino hacia ella es muy largo, lleno de obstáculos. Esto nos puede desanimar y nos puede llevar a abandonarla. Pero –y ese también es el secreto de la felicidad- ¿qué pasaría si empezamos a visualizar metas más pequeñas y alcanzables que nos lleven a ese gran objetivo; y si hacemos el proceso de alcanzar estas pequeñas metas muy disfrutable?
Mentalizarnos a alcanzar cada uno de los pasos y a disfrutar todo lo que vivamos mientras los damos, realmente hace una diferencia y nos motiva más para llegar a nuestro objetivo. Entonces, si tu gran meta siempre ha sido correr el maratón de la Ciudad de Nueva York (así de específico), podrías empezar a visualizar desde las metas pequeñas de los entrenamientos, las metas pequeñas para viajar a la ciudad de Nueva York, los pasos o requisitos de correr un maratón, la calidad física, alimenticia y mental que debes tener para poder correr 42 kilómetros, cómo escoger estos alimentos, qué tenis son más convenientes, etcétera; has partido ese gran sueño en pasos y has desarrollado y trazado caminos que ahora parecen más cortos para alcanzar cada uno de los objetivos. Eso se llama Planeación Estratégica y no solo funciona en los negocios; sino que funciona en la vida. Planear con visión estratégica todo el recorrido, pero considerando cada una de las etapas, fases, limitaciones y retos que puedas encontrar; harán que tu sueño sea tu "pan de cada día" y orgánicamente conviertas tu estilo de vida en una maquinaria aceitada para alcanzar ese gran sueño.
Perder peso, abrir un negocio, jubilarse, estudiar una carrera, ser chef, viajar por el mundo: todos son sueños completamente alcanzables siempre y cuando podamos "ver" y mentalizarnos sobre los pasos que debemos seguir y tracemos un plan para alcanzarlos. ¿Puedes ver al final del camino qué es lo que siempre has deseado hacer o tener? Ahora empieza a planear cómo hacerlo realidad. Tú puedes. Siempre has podido.