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Todo es posible, soñando en grande

Desde que empecé a practicar tiro con arco, comencé a soñar en grande. Me imaginaba que estaba en una competencia y que todo el mundo me veía; en mi imaginación siempre ganaba medalla de oro, hasta imitaba la reacción de cómo celebraría mi triunfo, la música que ponían de fondo, visualizaba todo. Simplemente soñaba. Sin embargo, nunca me imaginé que cuando deseas tanto algo y lo anhelas con el corazón, todos esos sueños se vuelven realidad.

Mi vida cambió por completo un 2 de agosto del 2012, estaba en Londres en los Juegos Olímpicos. Mi competencia empezó desde muy temprano, era el día decisivo de medallas y, claro, mi objetivo era subirme al podio. A pesar de que me enfrentaría con rivales muy fuertes, nunca dudé de mí, al contrario, sabía que podía llegar lejos. Bien dicen que cuando estás en una competencia de esa magnitud lo has ganado todo con solo ir a representar a tu país, pero mi mentalidad estaba más allá de solo participar e irme con las manos vacías, realmente no quería eso.

Quedaban ocho arqueras y entre ellas estaba yo, aún no podía asimilar que estaba en cuartos de final y además que me enfrentaría con una de las mejores arqueras de Corea, sabía que sería un partido complicado, mas no imposible. Debo admitir que cuando empecé ese match sentía demasiados nervios, todos apoyaban a la coreana por ser la mejor, me imagino. A pesar de todo eso siempre me mantuve concentrada y enfocada en lo mío.

Gané ese partido 6-2, la coreana estaba en shock, no podía creer que yo la había eliminado. Entre gritos y aplausos, sentí una emoción incontrolable, solo pensaba que estaba en semifinales, cada vez más cerca del sueño, a partir de ahí ya había hecho historia.

En semifinales me enfrente con mi compañera de equipo Aída Román. No me fue nada bien en ese partido, no di lo mejor de mí, sé que pude haber hecho más o hacer algo diferente, pero las cosas no salieron así.

Si ya había perdido para ir por la medalla de oro, tenía que pelear por la medalla de bronce; no tenía otra opción.

Antes de entrar a competir por la medalla de bronce tuve que mentalizarme de nuevo, cambiar el pensamiento por haber perdido la semifinal y motivarme de nuevo. Nada estaba perdido, aún tenía la oportunidad de ganar esa medalla. Al entrar al escenario, la adrenalina se eleva al cien, escuchas a muchísima gente gritando, infinidad de cámaras tomándote fotos, millones de personas viéndote desde una televisión y fue ahí cuando pensé: ¡Estoy en la competencia de mis sueños!

Fue un partido en donde el tiempo se me pasó en cuestión de segundos, recuerdo que mi último disparo definía si ganaba o no. Y en un abrir y cerrar de ojos, ya me había convertido en medallista olímpica.

Recuerdo perfectamente que miré al cielo, agradecí a Dios por ese día y disfruté, lloré, alcé mis brazos y triunfé. Todo eso era mucho mejor de lo que soñaba de chiquita, no podía creer que uno de mis sueños se convirtió en realidad.

Desde hace once años me convertí en la primera mujer neolonesa en ganar una medalla olímpica. De los resultados que se consiguieron en Londres 2012 muchos niños empezaron a practicar este deporte. Para mí es una motivación muy grande ver que a muchos jóvenes les interesó un deporte que antes no era nada común y ahora es increíble la cantidad de arqueros que hay en todo México. Estoy segura que las nuevas generaciones de Nuevo León conseguirán más medallas olímpicas.

Sé que los resultados que he obtenido han dejado muchos frutos. A pesar de que en ocasiones tengo altas y bajas, nunca me doy por vencida, aún sigo soñando en grande. Ahora que he regresado a la Selección Nacional, mi sueño de volver a otros Juegos Olímpicos sigue vigente, después de una pausa que di en mi vida deportiva, he regresado con mucha motivación porque obtuve mi “medallita de oro”, mi Mateo, que sin duda ha sido impulso importante en mi vida personal.

Y nada de esto sería posible sin mi apoyo incondicional, mi esposo Iván, que siempre me ha motivado a que yo siga con lo que más me gusta. Soy muy bendecida y agradecida porque tengo al mejor equipo que ha estado para mí en las buenas y en las malas.

Mariana Avitia Martínez es una mujer que ha hecho historia, que desde muy pequeña se aventuró a lo desconocido.

“Hoy me siento muy orgullosa de todo lo que he logrado y espero que este nombre aún lo recuerden, porque pronto volverá a sonar muy fuerte”


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