Ignacio de Moya nos comparte lo siguiente:
“México y España son dos naciones hermanas, unidas por la Historia, por el idioma, por el folclor popular y, tristemente, en los últimos tiempos también por el populismo que guía el futuro de sus ciudadanos.
“¿Pero qué es el populismo? Una forma de hacer política, que hace de la demagogia y la mentira, su eje discursivo con el pueblo y cuyos aspectos emocionales sobresalen claramente sobre los racionales, generando lazos identitarios, al mismo tiempo que establece una dicotomía entre amigos y enemigos.
“Dicho de otra manera, es lo que en ciencia política se conoce como “agitación y propaganda”, cuyo origen se encuentra en el bolchevismo ruso de principios del siglo XX y que choca frontalmente contra la “información y veracidad”, pilares fundamentales para el normal desarrollo de la democracia.
“¿Cómo se ejerce? Aglutina una serie de elementos todos engranados entre sí que dan forma a un autoritarismo disfrazado de democracia, entre ellos:
“1. El victimismo al que siempre recurren sus representantes, como oprimidos por un sistema corrupto y poco democrático. Tanto el discurso de Andrés Manuel como el del vicepresidente de España, Pablo Iglesias, siempre apelan a persecuciones contra ellos en sus comparecencias.
“2. El intento de control de los medios de comunicación, para establecer su mensaje como verdad única para el “desarrollo de la sociedad”.
“3. El establecimiento del clientelismo electoral a través de ayudas gubernamentales en lugar de generar políticas públicas de empleo que verdaderamente son las que desarrollan positivamente a la sociedad. Es decir, generan pobreza para obtener dependencia.
“4. El control sobre los medios judiciales, para que estén al servicio de los intereses del gobierno y no de la ciudadanía como institución independiente del poder.
“5. La manipulación del lenguaje y la dicotomía de amigo-enemigo en su discurso. Es constante en los mensajes de los representantes de ambos países con términos como “neoliberales” o “fifís” en el caso mexicano o “fascistas” y “casta” en el español, para establecer bloques diferenciados entre los que están a favor de los gobernantes, o en contra de ellos, a los que se trata de etiquetar de enemigos de la democracia solo por pensar diferente.
“El objetivo de esto es llevar a los dos países a regímenes de corte comunista con un poder absoluto de sus dirigentes en los que la sociedad esté sumisa a las decisiones arbitrarias de sus gobernantes, basadas en una falsa verdad, pero introducida eficazmente a través de los medios de comunicación y del control de todas las esferas políticas, sociales y económicas. Es, por tanto, acabar con las democracias establecidas para instaurar sistemas dictatoriales similares al venezolano donde la pobreza y la miseria son el pan de cada día, mientras los gobernantes se enriquecen a costa del pueblo.
“Tenga el lector esto en cuenta, a la hora de votar, pues la miseria moral y la ruina económica que generan este tipo de gobiernos, tardan décadas en eliminarse”.
Si bien les va, agregaría yo.