Sociedad

¡Ah, Chihuahua!

  • Columna de Marco Sifuentes
  • ¡Ah, Chihuahua!
  • Marco Sifuentes

Javier Corral se postuló a la presidencia nacional del PAN con un grito de guerra, “La rebelión de las bases”, que terminó más bien en resignación de las mismas al no alcanzar ni la quinta parte de la votación entre los miembros activos de su partido y ser superado con más de 80 puntos por Ricardo Anaya, quien, apoyado por el presidente saliente, Gustavo Madero, literalmente, ni se despeinó, (ya desde entonces no tenía cabello).

Aunque, fiel a su historia, Corral sabía lo que hacía y para lo que sirven y servían los procesos internos del PAN en la derrota, para el toma y daca, el trueque y, en el peor de los casos, el chantaje.

Durante ese proceso interno llamó a quienes se habían instalado en la dirigencia panista “El consorcio” y los culpó de haberse entregado a Peña Nieto y al PRI a través del Pacto por México; los tildó de deshonestos, corruptos y cosas por el estilo.

Corral, que gozaba de excepcional fama por su retórica y arenga parlamentarias, sorpresivamente, fue vapuleado en un debate ante la militancia y televisado para el público abierto, por el “Joven Maravilla”, quien le cuestionó su arrogancia y trayectoria al haber escalado en la política nacional gracias a la negociación de cargos de elección por la vía plurinominal.

Gracias a ese debate, y consecuente victoria de Anaya, dos cosas acontecieron: el nuevo líder del PAN mostraba méritos propios y, con ello, marcaba distancia con su mentor, promotor y patrocinador, Gustavo Madero; por su parte, Corral se anotaba una victoria cultural, que le permitiría tiempo después negociar su candidatura a gobernador, directamente con el “muchachito” -así le llamó- que lo había derrotado, dejando en el camino a su paisano Gustavo Madero, quien le allanó el camino e incluso lo acompañó durante la campaña y en la primera mitad de su gestión como gobernador de Chihuahua.

Corral, pues, es más pragmático que otra cosa, no batalla en pactar con quienes fueron o son sus rivales, de hecho, es más de alianzas que de lealtades.

Así fue como en febrero de 2016, Ricardo Anaya, a través de una encuesta de dudosa procedencia, echó mano de su dedo índice para designar a Javier Corral como candidato del PAN a la gubernatura de Chihuahua, por cierto y, a diferencia de otros estados como Puebla, Veracruz y Durango, sin que mediara coalición con partido alguno.

Tras el anuncio de la candidatura en la sede nacional del PAN, ya lo esperaban sus dos principales contendientes, Enrique Serrano, alcalde con licencia de Ciudad Juárez, por el PRI y el independiente “Chacho” Barraza, quien venía de presidir el consejo de administración de Aeroméxico y años antes el Consejo Coordinador Empresarial, famoso por auspiciar aquella inolvidable campaña “Un peligro para México”, quien se posicionaba ya como el opositor más sólido del PRI por la racha y el apoyo de El Bronco y por haberse anotado con más antelación que Corral en la contienda.

Además, Corral ya había perdido una elección a gobernador y su estilo de choque no terminaba de convencer ni a tirios ni a troyanos. 

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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