El asesinato del alcalde de Uruapan, Carlos Manzo, ha contribuido a generar una indignación nacional que ha trascendido a otros hemisferios. Este lamentable evento se suma al ambiente de crispación que se da en distintos sectores de la sociedad.
Los bloqueos carreteros del pasado miércoles que se registraron en distintos puntos del país, ponen en entredicho la gobernabilidad para dar cauce a la solución de las demandas de los protestantes, pero lo más riesgoso de este escenario aún no visible, es que se viene a reavivar una pregunta que ya estaba olvidada en la memoria colectiva ¿Estará despertando aquel México, al que se refería el periodista veracruzano Manuel Mejido en su libro, “El México Bronco” ?
Mejido hacia referencia al México que durante décadas ha sido apaciguado desde los gobiernos postrevolucionarios hasta la actualidad, logrando así contener los abusos y desigualdades de una sociedad que, al sentirse traicionada e ignorada, puede despertar con una fuerza impredecible. Sin pretender hacer una comparación en lo sucedido en 1968 con el movimiento estudiantil, quien esto escribe fue testigo en aquella época del hartazgo social y político que experimentó aquel sector juvenil, lo que motivó las movilizaciones que terminaron con una ciudad ensangrentada.
Lo que se vive en estos momentos no solo se trata de protestas aisladas, se percibe un ambiente de coraje y frustración ante la promesa de cambio que aún no se observa.
Campesinos que reclaman apoyos cancelados, transportistas que denuncian extorsiones y falta de seguridad, comunidades que exigen justicia ante crímenes impunes, y a ello se suma la desconfianza en las instituciones, donde el diálogo parece agotarse.
Este ambiente de incertidumbre se da en un momento clave, que es la revisión del tratado entre México, Canadá y Estados Unidos (T-MEC), y ante la inestabilidad generada por los conflictos internos, la oportunidad para la inversión pudiera verse afectada. Ningún tratado comercial podrá prosperar si el entorno es impredecible, ante la falta de reglas claras para los inversionistas.
En este escenario, la sociedad civil juega un papel fundamental al tener en sus manos una doble herramienta, que son la Protesta y la Propuesta, ambas pueden convertirse en el punto de equilibrio entre el descontento social y lograr una transformación. Debe ser quien exija al gobierno condiciones de seguridad, justicia y bienestar.
La Protesta pública, cuando está articulada y acompañada de una ruta clara de exigencias y soluciones, se convierte en un mecanismo de presión ante las instituciones, con lo cual se abren espacios para el diálogo y las posibles soluciones.
El otro lado del activismo social es la Propuesta, que deben encabezar organizaciones ciudadanas, colectivos, sectores empresariales, a fin de que se convierta en una plataforma de participación y no únicamente de movilización y enojo.
Advertía Mejido que el país que parece dócil puede tornarse indómito cuando la injusticia se normaliza y la voz del pueblo no encuentra eco