Recientemente mi amigo el ex senador y embajador en retiro Mauricio Valdez, político talentoso y compañero de luchas políticas, me hizo llegar un análisis de Oscar Diego Bautista, Doctor por la Universidad Complutense, denominado “Demagogia y discurso anticorrupción en el primer cuarto del Siglo XXI” ¿Quiénes lo utilizan y por qué?
El autor describe cómo las acusaciones de corrupción se convirtieron en el arma favorita de políticos, sobre todo su utilización en procesos electorales, con la finalidad de desacreditar al contrincante. Conforme avanzaron los políticos con su discurso demagógico, la presencia de los estadistas con capacidad se ha visto reducida.
Menciona que cuando la retórica o arte de la palabra no está al servicio de la verdad y la justicia, es porque sirve a los intereses de quien habla, ocultándose un interés personal.
Llama la atención cuando pone como un ejemplo de lo anterior al ex Presidente López Obrador, quien en 2019, en el contexto del nombramiento del titular de la Agencia de Seguridad, Energía y Ambiente, que fue rechazado en el Congreso por no contar con la experiencia requerida, declaró que en su gobierno contaba más la honestidad, 90%, que la experiencia, 10%, por lo que varios funcionarios sin capacidad llegaron a los más altos niveles de ese gobierno.
El estadista, al contrario del político, elige a sus colaboradores buscando construir un equipo sólido y capaz, con perfiles de eficiencia y conocimiento para que lo acompañen en la difícil tarea de gobernar. Durante los últimos gobiernos, desde el de Enrique Peña Nieto hasta los actuales gobiernos de la 4T, se ha impulsado en posiciones estratégicas a los amigos, a los parientes y a los incondicionales, y solamente con Vicente Fox se recurrió a una estrategia externa de dejar la selección de sus colaboradores en manos de “head hunters”, estrategia fallida que dio como resultado un gobierno fallido, que no alcanzó las reformas requeridas al aliarse con la oposición.
Aquellos gobiernos que han sido exitosos se caracterizan porque el líder busca un equilibrio entre eficiencia, lealtad y honestidad, en donde la eficiencia es fundamental para lograr resultados y cumplir objetivos de manera oportuna, con un uso óptimo de los recursos.
Barack Obama fue cuestionado por haber nombrado a Hilary Clinton al frente de la Secretaría de Estado, cargo que es uno de los más importantes del gobierno, a pesar de que durante el proceso de selección de los demócratas para competir por la presidencia, la ex primera dama lo atacó a él y a su familia. Sin embargo, para Obama esta designación fue una decisión estratégica para aprovechar su experiencia y habilidad negociadora en política exterior.
Abraham Lincoln, de quien Obama con frecuencia hacía referencia, seleccionaba a sus colaboradores eligiendo a las personas más talentosas y capaces para ocupar cargos importantes en su administración, lo que incluía a algunos de sus rivales políticos.
Lo anterior viene a relación con el tema del nepotismo que actualmente está en debate en la 4T. Si bien este gobierno está empeñado en la honestidad para erradicar la corrupción, el nepotismo, con su abuso de poder utilizando la influencia de una persona o familia, así como la ineficiencia en la selección de personas no calificadas para cargos importantes, es una forma de corrupción, como recientemente ha sido evidenciada en un número importante de candidatos que aspiran a ser jueces y magistrados en la impartición de justicia.