Desde niña mi padre me hizo entender que la familia no es sólo la que comparte la misma sangre, sino todas aquellas personas que queremos y que elegimos en la vida para apoyarnos mutuamente hasta el fin de nuestra existencia. Yo tuve la suerte de tener un tío cariñoso, una tía Margarita que siempre vi sonreír a su lado y unos primos de corazón que recuerdo con cariño.
Mi “Tío Pedro”, mejor conocido por la sociedad tampiqueña como Pedro Muñoz, gran periodista y forjador de muchas generaciones de Licenciados en Ciencias de la Comunicación se ha ido, se hizo eterno y la noticia me hizo recordar todos aquellos momentos que vivimos juntos a lo largo de este tiempo.
Las personas que viven lejos quizás entiendan mejor este sentimiento que hoy me embarga, esa misma melancolía que sentí cuando murió mi padre y aquella que siento cada vez que tengo que despedirme a la distancia.
Hoy me puse a pensar en todos aquellos que al igual que yo no podemos despedirnos. En todos esos hombres y mujeres que pasaron por lo mismo, que no estuvieron ahí, que no entregaron un abrazo, una palmada en el hombro, una sonrisa, una visita en el hospital, un beso.
Los recuerdos y momentos compartidos sin duda son los que nos tranquilizan pero a la vez nos dejan con el nudo en la garganta. Así es la vida, sí, lo entiendo, pero no es fácil.
Hace ya cuatro años que no voy a Tampico, esa fue la última vez que abracé a mi tío Pedro, ese que hasta el último día me dijo cariñosamente “Magdis”, ese que siempre era ocurrente y hablaba hasta por los codos… así quiero seguir recordándolo.
Hace poco hablaba con un amigo acerca de lo mal que me sentía por no poder estar presente en el último adiós, esa noche me quedé llorando en silencio en mi habitación, elevé una plegaria y me despedí desde acá, en Argentina.
La familia Muñoz Alexandre sabe acerca de mi aprecio, sólo siento mucho no haberlo podido externar de frente, pero los recuerdos juntos no los borrará nadie.
Cada vez que viajo a México, no importa cuántos años sigan pasando siempre tendré el mismo miedo, esa horrible sensación de ver a alguien por última vez y enterarme que cuando regrese ya no podré abrazarlo. Los tampiqueños regados por el mundo entenderán estas palabras, estos sentimientos que nunca se van a ir pero que con el paso del tiempo intentamos entender y sanar. “Descansa en paz tío Pedro”