¿Cuándo fue la última vez que te preguntaste cómo te sientes realmente? ¿Has notado lo que piensas antes de dormir o al despertar? ¿Te has dado permiso de pedir ayuda cuando lo necesitas?
La salud mental es tan importante como la salud física. Lo dicen los médicos, los psicólogos… pero sobre todo lo dicen nuestras propias emociones cuando el cuerpo se agota sin explicación, cuando la mente se enreda como un hilo complicado y el corazón late con un nudo invisible.
Todos...en algún momento de nuestra vida hemos sentido alguna vez la cabeza hecha un caos, deseando encontrar ese momento que brinde calma y sentido.
Hablar de salud mental no es una moda ni un tema exclusivo de consultorios. Es una conversación urgente en nuestras casas, en las escuelas, en los trabajos y, sobre todo, frente al espejo.
La mente impacta en cómo pensamos, cómo sentimos, cómo actuamos y cómo nos relacionamos con los demás. Sin embargo, seguimos creyendo que mostrarnos vulnerables es señal de debilidad, cuando en realidad es todo lo contrario.
El escritor Matt Haig, en su libro "Razones para seguir viviendo", comparte con profunda honestidad su lucha contra la depresión y cómo aprendió que la oscuridad interna no se vence con silencio, sino con verdad. Su testimonio nos recuerda que hablar de lo que nos duele no nos rompe… nos libera.
Tal vez hoy no sepamos poner nombre a lo que sentimos. Tal vez no sepamos cómo aliviarlo. Pero sí podemos empezar con algo simple: reconocerlo. Eso ya es un acto de autocuidado. Y pedir ayuda sin duda es un acto de fortaleza, no de rendición.
Así que hoy a través de esta columna quiero hacerte una invitación sincera: pregúntate qué necesitas para estar bien. ¿Dormir mejor? ¿Hacer una pausa? ¿Llamar a alguien? ¿Soltar lo que pesa?
No tienes que tener todas las respuestas hoy. Solo el valor de comenzar, de sentir, de hablar. Porque la salud mental no se trata de estar siempre feliz, sino de aprender a sostenernos incluso cuando la vida se complica. De aceptar que hay días en los que el hilo se enreda… pero también otros donde logramos tejer esperanza.
Y tú, ¿qué pequeño acto de amor propio vas a elegir hoy?
