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De cacería

  • Diario de campo
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  • Luis Miguel Rionda

El servicio público, desde una óptica aristotélica, exige una moralidad superior a la del ciudadano promedio. En su Ética para Nicómaco, Aristóteles aseguró que el comportamiento ético no es solo un entendimiento teórico, sino que se debe tener “experiencia de las acciones en la vida” y haber sido “educada en buenos hábitos” para volverse buena. La persona pública debe ser virtuosa, para lo cual “debe hacer cosas virtuosas”. No sólo parecer ser bueno, sino serlo.

No hay político que reconozca sus falencias, sus debilidades, sus corrupciones. Todos y todas se asumen virtuosos y moralmente superiores. Pero la maldita realidad eventualmente los desnuda ante sus seguidores, para el gozo de sus detractores.

Digo lo anterior motivado por la terrible contradicción en que ha caído un aspirante a líder, un joven que ha sido empujado por sus padres a integrarse a la dinastía que gobierna el municipio de Guanajuato capital desde 2018. El chico, Saúl Navarro Smith, fue designado por su madre Samantha, hoy alcaldesa, como presidente del sistema DIF de esa capital. El orgullo de su nepotismo.

No es un puesto menor, porque el organismo paramunicipal ejerce recursos por más de 36 millones de pesos al año, sin contar salarios (cuenta pública 2024). En un gobierno donde laboran más de mil 600 personas, el DIF debe involucrar el esfuerzo de muchos trabajadores. Una enorme responsabilidad para un joven de 27 años, que está encaminado a mantener la sucesión familiar por cuarta o quinta ocasión en el poder municipal.

El martes 9 pasado se difundió una denuncia signada por cuatro importantes asociaciones ecologistas y de protección animal de Guanajuato, sobre la presunta cacería en que participó el titular del DIF. Se acompañó con una impactante fotografía donde siete integrantes de la familia Smith posan jocosos alrededor de un par de jóvenes venados, recién muertos por esos aficionados a la cinegética. Todos visten vestuarios de camuflaje, no de senderismo. En sus sonrisas es evidente el placer que encuentran en matar por diversión. Uno de ellos es Saúl, que sostiene con orgullo la cornamenta del venado más grande.

En su primer informe de gobierno, la alcaldesa aseguró que: “En el gobierno municipal, entendemos que el respeto hacia los animales es reflejo de una sociedad consciente y solidaria. Por ello, a través del Centro de Control y Asistencia Animal, impulsamos una cultura de tenencia responsable, medicina preventiva y protección animal, beneficiando tanto a las mascotas como a la salud pública” (p. 219).

Llama la atención que el responsable de una de las áreas más humanitarias de una administración que se presume sensible al dolor animal, participe (activa o pasivamente) en una actividad necrofílica, plena de crueldad inútil. Su sonrisa exhibe sadismo. No hay inocencia ni indiferencia, sino complicidad. No hay virtud ni honor.

Los gobernantes y representantes deben asumir que al dedicarse al servicio público aceptan someterse al escrutinio de sus conductas privadas con más profundidad. Porque no sólo deben parecer virtuosos, sino serlo. Y eso es un gran reto.


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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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