Ciltlali Berenice Giles Rivera y Miguel Ángel Rojas Hernández.
Si por alguna razón hubiera yo “acaso” tecleado estos dos nombres hace apenas tres días, habría iniciado así:
Son dos jóvenes reporteros gráficos profesionales de 28 y 26 años; para luego intentar narrar los innumerables momentos de esfuerzos, sacrificios, sueños, ilusiones y logros, que hay detrás de cada joven y su familia, para llegar a coronar el aprendizaje de un oficio que les permita tener una vida digna y gratificante.
Pero “el acaso” ese adverbio de duda que significa “quizá” o “tal vez”, como otra forma de aludir a lo imprevisto o inesperado, hace que hoy deba invalidar el verbo presente y en pasado teclear:
Eran dos jóvenes...
Porque así fue, “el acaso” hizo su aparición en su peor versión de lo imprevisto e inesperado, en el Festival AXE Ceremonia en el Parque Bicentenario, donde de un solo tajo, “el acaso” segó los proyectos de vida de Berenice y Miguel Ángel.
Determinar si fue negligencia o accidente es hoy la espinosa tarea de la instancia legal a la que corresponda el asunto.
La empresa organizadora, la Alcaldía, Protección Civil y otras “autoridades”, se pasan la pelota también espinosa por los intereses e interesados involucrados, que al parecer viven y medran más allá de los cercenados brazos de la Justicia mexicana, al amparo de sus influencias y apellidos.
Los presuntos responsables arguyen explicaciones en apariencia sólidos que les liberan de responsabilidad, pero lo cierto es que la trágica realidad es insoslayable y contundente: murieron dos jóvenes mientras trabajaban; por el descuido, inexperiencia, improvisación, desconocimiento o incapacidad profesional de quienes tienen el deber de aplicar los protocolos de seguridad para eventos masivos.
Sin menoscabo del hecho trágico, cierto e irreversible para los jóvenes y sus familias, en el fondo el asunto pone a la vista una lección que al parecer los mexicanos olvidamos a la hora de votar: lo indispensables que junto con la honestidad, son la experiencia y la formación profesional, para que no sea “el acaso” quien nos gobierne.