Tal vez el principal rasgo que nos diferencia del resto de los animales con quienes compartimos este planeta, sea el lenguaje oral, obviamente con esto no me refiero a la simple capacidad de comunicación, que eso es algo que en mayor o menor medida tenemos todos, sino a la riqueza del lenguaje humano, que mediante el uso de una amplia gama de palabras, tonos, pausas y gestos, puede lograr convertirse en un maravilloso instrumento capaz de trasmitir toda clase de ideas, sentimientos y emociones.
Así, bien podemos decir que la palabra tiene el poder de ilustrar al que ignora, consolar al que sufre, corregir al que yerra, alentar al que se derrota o confrontar al que miente.
Todo ello, cuando las palabras se hilvanan unas a otras en un razonamiento lógico y claro, que tiene como objetivo persuadir a quien escucha, por medio de aquello a lo que el egregio orador romano Cicerón llamaba:
“Ars Bene Dicendi”, (El arte del buen decir) o “Retórica”, que según Aristóteles, es la Ciencia del Discurso y sus reglas básicas de Contenido, Estructura y Elocuencia.
Pero, igual que todo lo que el ser humano lleva a cabo, también el lenguaje puede desvirtuarse y corromperse para utilizar esa misma persuasión, con la finalidad de engañar y manipular las ideas y creencias de quienes escuchan, con el fin de lograr satisfacer los intereses de quien les habla, argucia cuyo uso ciertamente no es de reciente creación, pues ya en el siglo V a.C. era utilizada por filósofos llamados “sofistas”, quienes al sostener que no existe una verdad única, se servían de la retórica para confundir y engañar mediante argumentos en apariencia válidos (falacias), afirmaciones que no cumplen con un razonamiento lógico, por partir de inferencias inválidas para llegar a conclusiones supuestamente válidas.
A esto hoy le llamamos “post-verdad”, algo así como una patología en el proceso cognitivo humano, que a partir de la idea de que no hay verdades y de que todo es relativo, lleva a la humanidad por una senda incierta en cuyo destino final puede vislumbrarse un rótulo que dice: “un salto al vacío”.