Más allá de las controvertidas discusiones éticas de si el embrión humano pueda o no considerarse un ser vivo, creo que la vida como tal comienza cuando el óvulo es aleatoriamente fertilizado por el espermatozoide, porque es en ese momento cuando ese óvulo contiene el código genético completo de un ser humano.
Un individuo único e irrepetible, que en condiciones adecuadas se irá formando, desarrollando y creciendo durante 9 meses, en un entorno controlado como lo es para el feto la placentera y confortable seguridad del vientre materno.
Viene entonces el nacimiento y con él, una sucesión interminable de retos imprevistos de todo tipo para el recién nacido, quien desde ahora y por sí mismo, de algún modo u otro deberá afrontarlos y superarlos o derrotarse y sucumbir.
“Reto”, dice el diccionario: “es un objetivo o empeño difícil de llevar a cabo, que constituye un estímulo y un desafío para quien lo afronta”.
Y es así que desde mi propia experiencia, la palabra reto puede también aplicarse cabalmente a eso que llamamos: “vida”, que no es otra cosa que el lapso de tiempo que transcurre entre que nacemos y morimos, durante el cual; intercalados entre afanes, logros, fracasos, ilusiones, decepciones, tristezas y alegrías, inevitablemente tenemos que enfrentar y superar retos para sobrevivir psíquica, biológica y socialmente.
Entender y asumir la vida y sus circunstancias como un desafío permanente, puede ser una estrategia atinada, sobre todo cuando las explicaciones de premios y castigos extra-terrenales ya no nos son suficientes.
Esta posición nos permite re-entender que lo que sucede y nos sucede, es o bien consecuencia de nuestras propias acciones o simplemente de otra aleatoriedad, la de estar en el momento y el lugar equivocado.
Así, reducimos el pueril reclamo de: ¿Por qué a mí?, a la sabia respuesta de: ¿Y por qué no?
Pero en esas nuestras batallas no todo es adverso, por fortuna hay seres sublimes cuya presencia nos brinda el estímulo suficiente y sobrado para comprender qué, aunque la vida sea siempre un reto difícil de enfrentar, vale la pena vivirla.
