El diseño, sea industrial, arquitectónico o urbano, se lleva a cabo de manera inevitablemente “proyectiva”, desde el presente hacia el futuro. En todos los casos, requiere anticiparse a la producción de objetos concretos. Por ello, “proyectar” objetos y espacios es un acto indiscutible de imaginación. Aunque las intervenciones en el paisaje en la ciudad y en la casa son todos actos reversibles, las operaciones de transformación del espacio, realizadas mediante procesos de construcción e industrialización, dificultan notablemente la restauración de las condiciones que prevalecían anteriormente al inicio del proceso.

Las actividades proyectivas ponen en tensión todo el sistema de creencias que dividen la experiencia sensible entre polos opuestos de realidad contra imaginación. Nos muestran que lo que imaginamos ahora es real desde su misma concepción, aunque exista solo su representación, ya que anticipa la materialización de dichas ideas imaginarias convertidas en objetos físicos palpables en el futuro.
La educación del arquitecto, diseñador o urbanista se fundamenta en el pensamiento crítico, que observa la realidad concreta desde la óptica de su transformación. Por este motivo, los ejercicios escolares en todas las escuelas de arquitectura, urbanismo y diseño comienzan entrenando a los estudiantes en la visualización de los espacios y objetos que se propone producir.
El resto de las personas, en su mayoría quienes no han estudiado geometría, enfrentan la incapacidad de imaginar espacios u objetos tridimensionales a partir de sus representaciones en planos de dos dimensiones.