Hay influencias que no se escogen: simplemente llegan, se instalan y terminan moldeando a toda una generación cuando la música podía ser literatura, carácter, postura y, sobre todo, conciencia. Para muchos niños y jóvenes de los sesenta y setenta —como yo, nacido en diciembre del 59— la música no sólo acompañó la vida: la formada. Y en mi caso, uno de esos pilares fue Joan Manuel Serrat, también hijo de diciembre pero del 43. Esa diferencia de años fue, en realidad, la distancia perfecta para guiarnos hacia la poesía y la sensibilidad que pocos artistas ofrecían.
Mi primer encuentro con él fue en 1969, cuando escuché “Penélope”. Desde entonces lo siguió en cada paso: cuando se convirtió a Machado y Miguel Hernández en canciones que aprendimos antes que los propios poemas; cuando en la televisión mexicana se le presentaba solo como un cantante de protesta, casi siempre vestido de negro, sin imaginar que detrás había un puente hacia la literatura.
Lo vi varias veces en concierto. En uno de ellos esperaba con ansia “Sinceramente tuyo”. Para mi sorpresa, fue la primera que cantó. Para mí, el concierto empezó y terminó en ese instante. Crecí con sus canciones hasta el punto de saberlas de memoria, y lo digo como quien reconoce una herencia afectiva.
Años después coordiné una entrevista con él en televisión. Nada salió bien: ni el ambiente ni el resultado. Fue un fracaso periodístico del que todavía me acuerdo. Pero esa es la diferencia entre el personaje y la persona. Serrat, el artista que me formó, siguió intacto en mi vida.
Ahora estará en la FIL de Guadalajara. Me gustaría participar en el encuentro con jóvenes y hacerle aquella pregunta que nunca pude formularle: si un artista sabe realmente cuánto influye en su público. Cómo una canción puede cambiar perspectivas, abrir horizontes o despertar sensibilidades. Serrat lo hizo conmigo y con muchos más. No sé si los jóvenes de hoy lo conocen, pero sé que sus canciones siguen ahí, esperando ser descubiertas.
Por eso sólo puedo cerrar así: porque aún resuenan esos cantares que nacieron del Mediterráneo y quedaron guardados entre aquellas pequeñas cosas que sostienen la vida. Y desde ese lugar íntimo, tantos años después, sigo siendo… sinceramente tuyo .