La Agencia Mexicana de Cooperación Internacional para el Desarrollo (Amexcid) se encuentra en su décimo año trabajando para promover el desarrollo en México a través de la cooperación internacional. Muchos son los logros que se han tenido en este tiempo, como es el caso de los apoyos que llegaron por temblores, inundaciones y, por supuesto, durante la pandemia por COVID-19.
México siempre ha sido agradecido cuando recibe la ayuda solidaria de naciones amigas. A su vez, nuestro país debe ser solidario cuando otros países hermanos requieren de una mano amiga.
Con el paso de los años, los países hemos caído en la cuenta de que la cooperación internacional tiene alcances más allá de la ayuda humanitaria. Podemos, todos juntos, colaborar para prevenir desastres y asegurar posibilidades de desarrollo en todo el mundo. El principio es básico y sencillo: las naciones, solas, pueden llegar hasta cierto punto. Si se unen para intercambiar conocimiento, generar bolsas comunes de inversión y asegurar un comercio justo y sustentable, todos ganan en el corto, mediano y largo plazos.
¿Cuál es la mejor estrategia de cooperación para un país como el nuestro? Por años hemos participado en proyectos de infraestructura para Centroamérica, en intercambios académicos de corto alcance, y hemos solventado gastos de innumerables misiones internacionales. No contamos con evaluaciones cuantitativas de los resultados de estos esfuerzos, pero es evidente que no han bastado para potenciar suficientemente el desarrollo en la región. Debemos buscar formas de cooperación que tengan impactos certeros e inmediatos.
De ahí que el presidente Andrés Manuel López Obrador —con una visión muy clara de lo que debe ser el desarrollo regional— haya instruido a la Amexcid a cooperar con nuevos proyectos. El enfoque ha sido generar empleo y asegurar el bienestar del mayor número de personas posible. Nos encomendó el reto de lograr algo que nunca se ha visto en la historia de la cooperación internacional: llevar apoyos económicos directamente a beneficiarios de otro país.
El presidente propuso arrancar con dos programas que ya rinden frutos en México: Sembrando Vida y Jóvenes Construyendo el Futuro, en El Salvador y Honduras. Su implantación desde 2019 ha sido un parteaguas histórico de la cooperación mexicana. Los programas han transformado profundamente nuestra relación con las autoridades de esos países y han reforzado los lazos que unen a nuestros pueblos. Estamos construyendo juntos una región más próspera e incluyente.
Realizar programas sociales de alto impacto en Centroamérica ha sido un camino lleno de retos técnicos. Los recursos se entregan directamente a los beneficiarios, de forma transparente y con intermediarios financieros locales: el Banco de Fomento Agropecuario en El Salvador, y FICOHSA en Honduras.
La implantación de estos programas, por supuesto, ha estado sujeta a evaluaciones internas continuas, además de contar con la participación de la Auditoría Superior de la Federación y con el Coneval, que de manera independiente han revisado el ejercicio correcto y transparente de los recursos. Tenemos una obligación institucional de rendición de cuentas que hemos cumplido plenamente.
Las evaluaciones trimestrales que realiza Amexcid han demostrado que el trabajo en estos programas va teniendo resultados muy positivos. Por un lado, el apoyo económico tiene un efecto multiplicador inmediato en las familias de las y los beneficiarios, pero también en sus comunidades. Por el otro, el apoyo técnico que reciben por parte de extensionistas y de tutores está preparando a miles de jóvenes y agricultores para que cuenten con mejores herramientas y capacidades. Esto se traducirá, sin lugar a duda, en niveles más elevados de productividad de la región.
Lo más gratificante es escuchar el entusiasmo y el orgullo de las y los beneficiarios al sentirse parte de uno de los esfuerzos más ambiciosos en el combate a la desigualdad: saberse valorados, acompañados, y darse cuenta de que en México nos importa lo que sucede en la región. Al final, el trabajo técnico y el esfuerzo del personal de la Agencia se ve reflejado en la vida de miles de personas que ahora pueden imaginar un futuro mejor en su propia tierra, cerca de sus familias. Sus testimonios dan fe del éxito de nuestros esfuerzos.
El propio presidente López Obrador ha manifestado públicamente su beneplácito porque la cooperación mexicana ya es un referente internacional y un ejemplo a seguir. Como él lo ha dicho: “a diferencia de lo que sucede en otros lados, la cooperación mexicana destina la mayor parte de sus recursos en el beneficio de la gente y no en sus procesos administrativos. Sigan adelante, la cooperación mexicana es un orgullo de nuestro gobierno.”
Sería mezquino cuestionar la dedicación que han tenido todos los integrantes de la Agencia que han estado impulsando esta cooperación internacional, así como el empeño que han puesto todos los involucrados en hacerla realidad en Centroamérica. Desmerecer la esperanza de las y los beneficiarios reflejaría un profundo desconocimiento y desprecio de lo que implica esta labor.
En la Amexcid sabemos que detrás de los números y de los procesos técnicos, públicamente verificables desde el inicio de la implantación de estos programas, están las historias de vida de las y los beneficiarios, a quienes conocemos con nombre y apellido, y que han podido recibir de México la solidaridad que nos caracteriza como nación.
Trabajamos por ellos: por miles de hombres y mujeres que con su tesón y esfuerzo ejemplar nos motivan a seguir adelante. Como una sola región y una cultura, compartimos con ellas y con ellos un mismo destino. Y nos estamos haciendo cargo.