Siempre que los intereses corporativos de las grandes compañías enfrentan problemas para la aplicación de su dominio y control de los recursos energéticos del tercer mundo, se deja ver el mejor estilo de las épocas de la guerra fría (cuando el enfrentamiento comienza a darse entre las grandes corporaciones trasnacionales y no declaradamente entre países, y el departamento de estado de los Estados Unidos imponía a sus compañías mediante la denominada diplomacia nuclear para obligar a los demás países a subordinarse a los intereses económicos dominantes).
Así ahora, Ned Price, portavoz del Departamento de Estado Norteamericano, que más bien parece vocero de las grandes compañías eléctricas, indicó que le preocupa a Estados Unidos la promoción de energías sucias en México; porque "dificulta alcanzar metas climáticas”. Lo anterior mueve al sospechosismo cuando esto lo manifiesta el segundo país que más aporta gases de invernadero en el mundo, como siete veces más que México y eso que exporta buena parte de su contaminación. Sabemos que en realidad esta justificación es un medio para tratar de defender a las empresas extranjeras y sus intereses corporativos.
El vocero del departamento de estado expresó la preocupación de diversos sectores políticos y empresariales de Estados Unidos, generada por la reforma energética mexicana, que afecta a las energías renovables.
Y particularmente sobre el tema de la participación del sector privado y sus afectaciones derivadas de la reforma, que propone el presidente Andrés Manuel López Obrador, sector que desde su óptica se vería afectado al privilegiar a la Comisión Federal de Electricidad por encima del sector privado.
Price agregó que su país ha dejado en claro a México que “el sector privado tiene un importante papel para ayudar al gobierno mexicano a fin de lograr su meta de impulsar la independencia energética de México y avanzar al mismo tiempo hacia la prosperidad económica”, pues sí, pero no por la vía de aumentar aún más la dependencia extranjera en un sector estratégico para el país y mediante empresas de invernadero.
Todo esto en un franco intervencionismo en contra de las decisiones soberanas de México y mostrando una miopía económica, tal vez resultado del neoimperialismo corporativista.
Julio C. Vega Olivares