Varias amistades y personas conocidas me comentan que no la pasan bien en estos días de “Quédate en casa”; se irritan fácilmente, están irascibles, desesperadas, apenas soportan el no salir a la calle o el no poder acudir a esos espacios que solían concurrir.
Hay quienes sí están transitando este tiempo sin mayor problema, y no es ni por su actividad laboral ni porque, pudiera suponerse, son psicólogas(os); simplemente han sabido aguardar, mantienen un equilibrio en general y hasta se sienten mejor, más tranquilas, apacibles.
La pandemia sí está teniendo efectos favorables y desfavorables, y ahora sí que cada quien podrá hablar de ella según sea su realidad. Lo que es un hecho es que la “nueva realidad” nos brinda la oportunidad de, si estamos en franca disposición, entrar a una etapa de redescubrimientos, primero personales y después colectivos.
Si somos creyentes, nihilistas, ateos, librepensadores o seguidores del importapoquismo es lo probable, sin problema. El punto de partida es el que uno esté en capacidad de decidir, de poder interpretar lo que siga para cada quien y encaminar nuestro esfuerzo y convencimiento hacia ese objetivo.
El CoVid-19 está siendo un factor para cambiar el rumbo, para ocuparnos de nuestra salud inmediata como son los hábitos simples de higiene y alimentación, de convivencia familiar y descanso; pero igual de importante es asumir actitudes menos proclives a lo insulso, banal, lo cursi y troglodita. Un deseo es que por lo erróneo con que a veces tomamos las cosas que nos suceden, no caigamos en acciones racistas o discriminatorias, clasistas.
Si el futbol regresa a los estadios o no, si el año escolar 2020-2021 inicia en agosto, si la vida antes de la pandemia vuelve, o si lo que tenga que llegar no lo esperamos, lo único cierto es que habremos de concebir nuevas formas de todo y para todo y ser promotores de más y mejores resultados. Hay que encontrar soluciones, alternativas que nos reconcilien con nosotros mismos y las y los otros, hasta hallar un nuevo sentido a nuestra presencia hoy. El reto es crucial: una pedagogía para la vida.
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