Miro un capítulo de Misterios sin resolver, no sé si es nuevo o es antiguo, lo mismo da, no me enloquecen las primicias. Conforme avanzo en la historia, que narra un avistamiento colectivo de objetos voladores no identificados alrededor del Lago Michigan, si mal no recuerdo. Conforme avanza la historia, comienzo a sospechar que el misterio de marras está mal planteado. A mí lo que en verdad me intriga, es el hecho de que, entre los miles de personas que miraron esas naves sin identificar, no hubiese un solo pelmazo con una regular cámara de video a la mano; en el país que, a la sazón, poseía el mayor índice de cámaras de video por cabeza de todo el planeta. Si esta humanidad ha sido capaz de filmar a un chango resucitando a un su amigo chango, después de que éste quedara inconsciente por una descarga eléctrica. ¿Cómo explicar el insondable enigma de que no exista una sola grabación de los avistamientos del Lago Michigan? Eso sí me parece demasiado difícil de explicar.
Hay un chingo de gente que asegura haber visto ovnis y hasta hay quienes afirman haberse paseado en uno de ellos, si nos ponemos rigurosos, todos esos “testigos” de ocasión podrían perfectamente encarnar un misterio en busca de su puntual solución.
Pero los misterios que a mí me atormentan son de otro estilo. Me gustaría saber, por ejemplo: ¿Cómo piensan hacer, aquellos que hundieron este país en la más radical de las desigualdades, para ayudarnos a salir de esa desigualdad? Porque eso es lo que prometen cada vez que tienen oportunidad. Dicen que lo van a hacer, pero no nos dicen cómo.
Por otra parte, los agoreros del desastre, cada ocho días dicen que sucederá una catástrofe, porque los demonios guacamayos andan sueltos y lo que se viene no tiene precedentes. Compren dólares, bauticen a los que no estén bautizados, pórtense bien, arrepiéntanse y pongan sus barbas a remojar, aquellos que barbas tengan, porque el Apocalipsis con música de banda está a la vuelta de la esquina. Pero llegamos al miércoles, luego al jueves y después el viernes y se nos olvida que teníamos una cita con el infortunio. Como nuestros improvisados estadistas no pueden cambiar la realidad, cambian el horario de verano esperando se suscite un milagro y tal parece que sí dio resultado.
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