Con sus primera tres novelas, Easton Ellis se ganó un lugar entre la literatura más canalla, desprejuiciada, arrogante y provocadora. Sin sus libros, los años noventa (para quienes leemos en español) no hubieran sido los mismos. Menos que cero, Las leyes de la atracción y American Psycho marcaron un hito, pues mostraban a los jóvenes de la élite norteamericana bailando y viviendo al borde de la locura; sus obras nos dejaron en claro que: “No hay amor, no hay amistad verdadera: dinero, sexo adolescente y acceso fácil a las drogas abren la puerta una especie de nihilismo reluciente”.
Las adaptaciones cinematográficas -muy pudorosas- no le hicieron justicia a historias insolentes, cínicas y absolutamente reales protagonizadas por hijos de la generación baby-boomer que se movían a la deriva en convertibles de lujo y cuya líneas de cocaína no tenían límite. De cualquier manera, legó a uno de los personajes memorables de su generación literaria: Patrick Bateman, un yuppie que mata por mero placer.
El autor, nacido en Los Ángeles en 1964, se convirtió en una celebridad políticamente incorrecta y animador de no pocas polémicas. Su carrera como escritor prosiguió sin tanto eco mediático, pero con cierto respeto contracultural. En los últimos años se ha dedicado a grabar podcasts en los que pone a sus invitados en predicamentos, pero tras una década sin publicar, ahora arremete con Blanco, una especie de autobiografía en la que se muestra como el obseso de la cultura contemporánea que es. Enfrentar su lectura es colocarse del lado de la irreverencia y de la valentía de promover la disidencia. Una lectura áspera y sincera que seguramente será incómoda tanto para timoratos de viejo cuño como para la generación de cristal.
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