Prácticamente a mitad del verano de este también fatídico 2021 y en plena canícula que ha llegado con lluvias y que debido a nuestra sempiterna falta de previsión regional ante las precipitaciones que se traduce en momentáneas inundaciones que nos llevan a reflexionar sobre los fenómenos catastróficos que aquejan al planeta y que constituyen tragedias difíciles de imaginar.
El 29 de junio, la pequeña localidad de Lytton, en la provincia de Columbia Británica en Canadá, registró una temperatura extrema de 49.6 grados centígrados.
Para comparación, la temperatura récord en la Comarca Lagunera es de 44.8 (en 2018).
Lytton está a cuatro mil kilómetros al norte de nuestra región, después de pasar todo Estados Unidos.
El fenómeno no fue aislado, esa ola de calor se extendió desde California hasta más al norte ártico de Canadá en un fenómeno que los especialistas denominan “domo de calor”.
En números fríos, este hecho dejó 400 muertos en Canadá y 80 en los Estados Unidos.
Por si fuera poco, la ola de calor se extendió semanas y provocó incendios en los bosques aledaños que se extendieron a Lytton, se quemó el 90 por ciento de la villa. A la fecha aún hay decenas de incendios derivados de este fenómeno climático en el Oeste de los estados Unidos.
A mediados de Julio, tres días de intensas lluvias provocaron severas inundaciones en El Oeste de Alemania, el Sur de Bélgica y los Países Bajos, dejando una estela de destrucción, presas rotas, casas derrumbadas, puentes destruidos y 202 muertos y miles de desaparecidos.
La población de Schuld en Alemania a 50 km de la frontera con Bélgica, ha quedado totalmente destruida y de sus 700 habitantes, 183 han muerto debido a las precipitaciones y hay cientos de desaparecidos.
De igual forma, en Zhengzhou, capital de la provincia de Henan en China, lluvias torrenciales de 617 mm entre el 17 y el 21 de julio provocaron la muerte de 252 personas y se tuvo que evacuar a al menos 1.5 millones de personas después de que cerca de 89,000 viviendas quedaran sumergidas entre barro y escombro de esa populosa ciudad del centro de China.
Fenómenos climáticos cada vez más intempestivos y que superan los pronósticos que habían hecho los investigadores.
Los políticos reaccionan tarde y algunos quieren regresar al carbón, parece muy lejano (y aun hoy difícil de creer para algunos) aquel discurso de 1988 de la primer ministro de Inglaterra Margaret Thatcher donde anticipaba que las emisiones de gases de efecto invernadero contribuirían a crear una “trampa de calor global” que podría llevar a la inestabilidad climática.
Así ha sido esta mitad de verano una realidad que nos choca en la cara y que debería obligarnos a generar y exigir cambios en nuestros estilos de vida que reduzcan las emisiones.
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