La turbulencia va al alza. La sociedad mexicana acusa, por sus acciones, haber llegado a un límite inédito de tolerancia. El gasolinazo, su detonador. El gobierno federal prendió una mecha que no solo se restringe a los confines de la economía, sino que el flamazo puede abarcar fibras muy sensibles de lo político. La medida politiza, todavía más, a una sociedad muy descontenta y decepcionada de sus dirigentes. Muchas decisiones y diversas acciones de la actual administración han unificado a la población contra la clase gobernante. La corrupción desmedida, como el mejor ejemplo. Las políticas públicas, en gran medida consecuencia de aquella, han exacerbado el talante de la sociedad. Sin querer ser agorero del desastre, nos enfilamos hacia un naufragio. No puede haber gobierno, como el que tenemos, pidiendo reiteradamente perdón o lamentándose de los males que nos aquejan. Hace falta enfrentar con rigor la realidad, algo que desconocen quienes gobiernan.
La justificación del gobierno federal sugiere que el aumento de los combustibles impedirá recortar, para bien de todos, los presupuestos destinados a la salud o el desarrollo social. Es muy probable que así sea. El punto, sin embargo, es que para alcanzar metas tan loables es necesario poner un “mucho más” de nuestra parte, sin que la otra, el gobierno derrochador, ponga siquiera “un poco más”. Se dice que no es un alza impositiva. Se arguye que el alza aludida depende de factores externos, todos ellos incontrolables. Sin ser impositivo el gasolinazo y tampoco, como dice la autoridad, sin efectos inflacionarios significativos, el punto central es que la medida rebasa la tolerancia de una sociedad que no logra consolidarse con lo que tiene, sino que, además, se le arrebata una posibilidad para mejorar su bienestar.
Qué tan urgido estará el gobierno federal para instrumentar una medida tan costosa, como es el alza de combustibles, en vísperas de una elección neurálgica como la del Estado de México. Es tanto el apremio financiero (deuda pública imparable) que una de las entidades federativas claves para el funcionamiento del sistema político casi se pone en bandeja de plata para la oposición. Dejemos, por ahora, el 2018 al margen.
La nave gubernamental ha perdido la brújula. Incrementar el costo de los combustibles y de la energía eléctrica, al mismo tiempo, no presagia buenos derroteros. Por el contrario, la efervescencia social, ese México bronco ya no tan dormido, irá en aumento como puede observarse a lo largo y ancho del país. No más gasolinazos (Peña dixit) quedará como una anécdota populista: el presagio es un futuro envuelto de poca esperanza. La reforma energética, que sin duda continuará su marcha, queda en la percepción social como un buen negocio para algunos y un desastre para los más. En los momentos actuales, ante un entorno internacional extremadamente adverso, se toman medidas que desarticulan a la sociedad. El futuro puede visualizarse sin una mínima unidad nacional. Desde fuera y desde adentro, todo presagia que nos enfilamos hacia el naufragio. Ojalá no ocurra.
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