El gobierno y el país están sumidos en una crisis de gobernabilidad y de legitimidad. La peor en mucho tiempo. Esta coyuntura demuestra que se ha pasado de la reprobación del Presidente a la rabia, al enojo, a la injuria y a la intolerancia. El régimen cruje, estructuralmente hablando. Es difícil comparar lo que se vive hoy con algún otro periodo presidencial reciente: un Presidente tildado por algunos de incapaz y traidor, por decir lo menos. Un movimiento, incipiente por ahora, que pide su renuncia (#RenunciaYa), la que no se dará pero, por el simple hecho de exigirla, dibuja la magnitud de la crisis en la que nos hallamos; un acto, por cierto, inédito.
Un Presidente al que se le ha señalado, por tantas vías, que sus decisiones no van acorde con las expectativas de una ciudadanía cada vez más exigente y más escrutadora. Un jefe del Ejecutivo que, pese a haberse equivocado muchas veces, permanece reacio a la crítica y, peor aún, a la rectificación del yerro. Un Presidente que no es capaz de asumirlo y disculparse. ¿Cuántos sinsabores se habría ahorrado con un perdón ofrecido a tiempo?
Un Presidente que prefiere la confianza y la lealtad de sus cercanos a la capacidad y el mérito de los lejanos. Su gabinete no es plural, es mexiquense. Si aceptó la renuncia a su secretario de Hacienda, pese a reducir con ello su capacidad de maniobra, es porque quedó diezmado para continuar en el escenario político. En otra fecha, la(s) pifia(s) que el ex secretario cometió habría(n) quedado, siempre con la ayuda del tiempo al que suele apostarle esta administración, en el olvido.
Al dar posesión a los nuevos miembros de su gabinete quedó la duda del licenciado Miranda: ¿no se encontró una designación mejor para la Sedesol o simplemente reiteró esa afinidad presidencial con el cuatismo? ¿Los pobres serán una prioridad secundaria en aras de privilegiar una estrategia electoral? Después de los cambios en el gabinete, el Presidente se fue de gira a Zacatecas. Ahí, cobijado por una multitud amable les espetó que “llegará el momento en que se entenderán las decisiones que he tomado en materia política” y que, a pesar de las críticas, existen avances y logros de su administración. De nueva cuenta, la minimización del error cuando sería preferible asumirlo, enfrentar las consecuencias y, con ello, ganar algo de la credibilidad perdida.
El presidente Peña fue motivo de la portada de la prestigiada revista Time, la que le reconoció las varias reformas que había emprendido; él estaba “salvando a México (Saving Mexico). Lo acompañaban en la fotografía el hoy ex secretario de Hacienda y el todavía secretario de Gobernación. Sus principales colaboradores. Fue en el ya lejano febrero de 2014, cuando todo era triunfo y reconocimientos internos y externos. El entonces nuevo mandatario había sorprendido a todos. Habían pasado tan solo 14 meses de haber asumido la primera magistratura del país. Han pasado menos de tres años de ello. Nadie imaginaría que, en este lapso, la figura presidencial estuviera envuelta en una crisis tan profunda. Y con él, el país entero.
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