Acurrucado en su rechinador catre, el cartujo vuelve a un libro extraordinario: Textos de Rufino Tamayo (UNAM, 1987). Escritos entre 1943 y 1983, algunos son claridosos y combativos, otros de filosa ironía, como cuando el artista oaxaqueño dice: “Había un pintor que hacía esfuerzos por encaramarse a un andamio cuya altura parecía no tener fin; se había propuesto realizar la obra más grande que pudiera existir y en su afán de subir y subir y subir se había destrozado el ropaje de manera que mientras más subía, más exponía a la mirada pública su averiada humanidad”.
Es difícil leer este relato sin pensar en nuestro presente, en los sueños de grandeza de un régimen bendecido con las misteriosas aguas de la popularidad —las encuestas evidencian el fervor de millones de mexicanos por el prócer de Palacio Nacional, quien desde las alturas todo lo decide y ordena.
Y si en sus dominios no se mueve la hoja de un árbol sin su voluntad, es posible suponer su consentimiento para la reforma a la Ley del Banco de México aprobada en el Senado, vulnerando la autonomía de la institución. Con ella, el banco central está obligado a comprar las divisas en efectivo imposibles de repatriar a su país de origen por las instituciones financieras, con lo cual, según los especialistas, se abren las puertas al lavado de dinero.
La reforma, dicen sus panegiristas, es para proteger a los beneficiarios de las remesas, pero esto es mentira. En entrevista con Elisa Alanís, Gerardo Esquivel, subgobernador del Banco de México, dijo: “De los 30 mil millones de dólares de remesas que se han enviado de enero a septiembre de este año, solo 201 millones han entrado en efectivo, así que ese no es el tema”. Y advierte: si llegara a ingresar dinero ilícito a la institución, “autoridades extranjeras podrían congelar los recursos del Banco de México, que son las reservas propiedad de la nación”. Ahora la única vela encendida para aminorar la calamidad está en la Cámara de Diputados, mientras, desde el cielo de la 4T, alguien observa todo con una risa socarrona.
Queridos cinco lectores, con una oración por los 113 mil 19 muertos por covid-19, El Santo Oficio los colma de bendiciones. El Señor esté con ustedes. Amén.