El 7 de octubre de 1965, Edwards Evans, de 17 años, accedió a participar en un trío sexual con sus amigos Myra Hindley y el novio de esta, Ian Brady. Bañado y perfumado, Evans se presentó por la noche a su cita, en una casa de Manchester.
Solo que no hubo sexo: el joven fue atado a un sofá, donde fue torturado, violado de forma brutal y finalmente asesinado de un hachazo en la cabeza.
La mise-en-scène fue presenciada por David Smith, cuñado de Brady, quien había acudido a esa convención con la intención, simplemente, de pasar un buen rato.
Después de participar en el trasiego del cadáver, Smith se retiró y, en cuanto pudo, acudió con la policía.
Horas más tarde, Brady y Hindley fueron detenidos. Tenían mucho que contar. Fue la última vez que los amantes estuvieron juntos.
Entre julio de 1963 y octubre de 1965, Brady y Hindley acabaron con la vida de al menos cinco menores. Las víctimas de manera oficial son Pauline Reade, de 16 años; John Kilbride, de 12; Lesley Ann Downey, de 10; Edwards Evans, de 17, y Keith Bennett, de 12. Todos vivían en Manchester.
En diferentes momentos, los restos de los adolescentes fueron rescatados en el páramo de Saddleworth, excepto los de Keith Bennett, los cuales han permanecido en algún lugar de los enormes llanos desde hace 58 años.
Hindley y Brady nunca dijeron qué habían hecho con Keith, cómo lo mataron y dónde lo enterraron. La madre del menor murió sin haber dado sepultura a su hijo.
Bennett fue visto vivo por última vez el 16 de junio de 1964. Casi sesenta años después, el hallazgo en Saddleworth de un pedazo de mandíbula ha reactivado el caso, ahora al mando del escritor Russell Edwards, quien contrató a un grupo de expertos que aportará su granito de arena en la resolución del enigma.
El trabajo de exploración ya dio inicio y después vendrá la etapa de la evaluación, en la que especialistas forenses determinarán si es momento de poner punto final a un episodio triste y cruento de la historia del crimen en el Reno Unido.
Lo que es seguro es que la mandíbula es humana y que fue hallada en la zona donde la pareja de asesinos realizaba días de campo, muchas veces pisando las tumbas de sus víctimas.
José Luis Durán King