A finales de los años 70 del siglo XX, dos asesinos en serie se conocieron en algún lugar de Texas. La atracción fue inmediata: formaron una pareja sentimental de robo, violación y homicidio.
Al ser detenidos, Henry Lee Lucas y Ottis Toole confesaron haber matado, cada uno por su cuenta, a más de 200 personas. Repentinamente, ambos criminales se retractaron de sus confesiones y señalaron no haber asesinado nunca en su prolongada carrera delictiva.
Sin embargo, Lucas tenía información concerniente a algunos casos que las autoridades no habían ventilado públicamente. Por ejemplo, en una ocasión un agente pidió al sospechoso un dato, por pequeño que fuera, de la extraña conducta de Ottis Toole en los escenarios de los presuntos asesinatos que habían cometido.
Lucas pensó durante unos instantes y finalmente indicó: “¿Saben que Ottis siempre defeca en los lugares donde robamos o asesinamos personas?”.
Exacto: Ottis Toole tenía la costumbre de dejar un “depósito” en los sitios que violentaba. Pero, ¿por qué lo hacía?
Para Mike Berry, psicólogo clínico forense de la Universidad Birmingham City, Inglaterra, algunos detonantes de ese proceder son “la rabia, la ansiedad, el deseo de dejar un mensaje, el alcohol o alguna enfermedad”.
Otros especialistas coinciden que, en muchos casos, la intención de los infractores es levantarle el dedo medio al mundo. Mike Fisher, director de la Asociación Británica de Control de la Ira, dice: “Con frecuencia es una declaración del tipo: ‘La vida es una mierda, así que písenla’. Alguien que defeca en público tiene problemas de salud mental. Es así de simple. Si estás socializado, eso es lo último que harías”.
Otros académicos expresan que es “una especie de ritual con más de un significado dentro de la mitología del delito”. Por ejemplo, algunos delincuentes indican que existe la creencia de que las heces son una señal de buena suerte para ellos, que dificultan su captura.
Asimismo, “ese ritual celebra la ceremonia de iniciación de los nuevos integrantes de una banda. Así verifican su frialdad y desparpajo al momento de delinquir”.
Finalmente, defecar un lugar “penetrado” es “un ataque psicológico, una humillación. O, usando el español más vulgar, una forma de decir “te cagué”.