Sociedad

El juicio del cadáver (o de la historia)

En términos de ejercicio de poder humano y temporal, nuestros ancestros no han sido precisamente “peritas dulces”. Sea del país o sociedad que sea y de la centuria o periodo de tiempo que sea, los seres humanos han cometido hechos atroces en contra de sus semejantes con los que no concuerdan, quieren dominar o expoliar. Y esto viene a cuenta por la polarización política que vivimos en el mundo, en México y en otros países (incluyendo la electoral en Estados Unidos).

Pero la lucha por el poder humano siempre genera rencores y atroces venganzas, que pueden tener consecuencias históricas y trascender por mucho tiempo en el recuerdo colectivo. Si nuestro país vive polarización, asesinatos, desapariciones y delitos que quedan impunes, hay casos en los que la historia nos deja perplejos al recordar hechos que permanecen en el velo de la ignorancia o del olvido.

Uno de ellos es el “juicio del cadáver” o “sínodo del cadáver” que sucedió en enero de 897 –hace mil ciento veintisiete años- en plena Edad media, donde la lucha por el poder temporal del papado llevo a que Formoso I fuera enjuiciado después de muerto, y ya un cadáver, fuera exhumado y sentado como acusado, sometido a juicio y condenado por “delitos” cometidos en vida. Así de “racional” es la historia, así de “inteligentes” somos los humanos.

Cuentan que los hechos, más o menos sucedieron así:

El año de la muerte del papa llamado Formoso, subió al trono pontificio Bonifacio VI con el apoyo del noble Lamberto de Spoleto. Lamberto, impulsó la realización de un juicio contra el Papa difunto, que no había apoyado a su familia en diversas cuestiones políticas y eclesiásticas.

El papa Esteban VI, sucedió a Bonifacio VI (muerto al poco tiempo de ser elegido papa), y ordenó, nueve meses después de la muerte de Formoso, exhumar su cadáver y someterlo a juicio en un concilio reunido para tal ocasión.

En dicho concilio, celebrado bajo la conducción de Esteban VI, dicen que se vistió al cadáver de Formoso con los ornamentos papales y se le sentó en un trono para que “escuchara” de que le acusaban. Lo principal fue que, siendo obispo de una diócesis, la de Porto, la había abandonado porque ocupó como papa la diócesis de Roma.

Como era obvio, y al ser el juicio producto del encono del poder, e instrumentado desde el poder, fue encontrado culpable, se declaró inválida su elección como papa y se anularon todos los actos y ordenaciones de su ejercicio papal. Se despojó al cadáver de sus vestiduras, se le arrancaron de la mano los huesos de los tres dedos con que impartía las bendiciones papales y sus restos depositados en un lugar secreto, donde permanecieron varios meses hasta que Teodoro II llegó al cargo, y fueron restituidos a la Antigua Basílica de San Pedro.

Posteriormente el papa Juan IX convocó dos concilios, uno en Rávena y otro en Roma; en los que decretó que cualquier acusación en tribunales a una persona muerta estaba prohibida. Sin embargo, el papa Sergio III, al acceder el trono en el 904, anuló tanto los concilios convocados por Teodoro II y Juan IX, e inició un segundo juicio contra el cadáver, hallándolo nuevamente “culpable”.

Sus restos mortales fueron arrojados al río Tíber en Roma, para que "desapareciesen de la faz de la Tierra". Pero la leyenda dice que fueron encontrados por un pescador, que según eso los sacó de las aguas y los escondió. Finalizado el pontificado de Sergio III, los restos corpóreos fueron depositados en el Vaticano, donde se encuentran actualmente.

Igualmente se dice que muchos años después, en 1464, Pietro Barbo –cardenal-, al ser elegido papa, tuvo que ser disuadido para llevar el nombre de Formoso II, y en su lugar accedió al trono como Paulo II.

Así nos las gastamos quienes nos consideramos “homo sapiens”. Y aunque hay quienes también dicen que esto fue pura imaginación, la historia ha juzgado a los protagonistas -cuando el río suena, agua lleva-. Como ha juzgado y se juzgarán hechos y personas que al amparo del poder dieron lugar a graves y trágicos sucesos (o comedias como la aquí narrada). El poder humano -sin control ni contrapesos- sobre otros seres humanos, o sus cadáveres, lleva a la ignominia, la venganza y la tiranía.


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José Luis Castellanos González
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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