La hoy tristemente célebre Kiev, capital de Ucrania, bajo asedio del ejército ruso, fue también capital del primer estado ruso-ucraniano, la Rus de Kiev, fundado en el siglo IX, aunque la ciudad de la “Gran Puerta Dorada” existía desde el siglo V. Tiene más de mil quinientos años de antigüedad. En 1941 fue bombardeada y destruida por el ejército alemán.
Actualmente, sobrepasa los tres millones y medio de habitantes. Es un centro industrial, científico, educativo y cultural, sede de importantes industrias tecnológicas. Cuenta con unamplio y eficiente sistema de transporte público, conformado por metro, tranvía, funicular y trolebuses. Destaca su metro, el más profundo del mundo, que alcanza 105 metros bajo tierra en la estación Arsenalna, inaugurada en 1960, durante la época soviética. Toma cinco minutos bajar a los andenes, tiempo suficientepara que algunos pasajeros lean sentados en las escaleras mecánicas. Es parte de la Línea 1 que conecta ambas orillas del río Dniéper, que cruza la ciudad. Debe su nombre al vecino arsenal que producía armas para el ejército soviético. Así de estrecha es la historia de Rusia y Ucrania, países hermanos que, absurdamente, hoy combaten entre sí.
Aparte de las razones geográficas -en el caso mencionado, salvar el río-, la profundidad de las estaciones kievanas se pensó también para que sirvieran como refugios antibombas. En ellas, la temperatura es constante durante todo el año, siendo aptas para evitar el frío invernal. Muchos túneles de acceso a las estaciones cuentan con sólidas puertas metálicas, verdaderos búnkeres construidos durante la Guerra Fría. Además, Kiev tiene pasajes comerciales subterráneos con tiendas de comida, ropa y lo necesario para resistir asedios. En la ciudad hay cerca de cinco mil potenciales refugios bajo tierra para hasta dos millones de personas.
Esperemos que estas singulares defensas urbanísticas no contribuyan a alargar una guerra sangrienta, originada por la triple irresponsabilidad y ambición de un Occidente que quiere atraer a Ucrania a su órbita,la beligerancia de Putin, y un gobierno ucraniano que no parece entender a quién desafía. Lo que puede traer consecuencias graves para el mundo entero.
José Javier Gómez Álvarez