
La carrera por la nominación presidencial entre el obradorismo y la oposición se ha convertido en una competencia en espejo: en ambos lados hay varios precandidatos, pero la pelea estará entre dos finalistas, Claudia Sheinbaum y Marcelo Ebrard por Morena, Xóchitl Gálvez y Santiago Creel por el Frente. Y también en los dos bandos la gran favorita es una mujer. Como he señalado en este espacio, después de un muy esperpéntico panorama, la explosión mediática de Xóchitl Gálvez abrió súbitamente una esperanza entre la oposición, de cara a las elecciones del verano de 2024. Sigo pensando que todas las probabilidades favorecen al partido en el poder, por razones que he argumentado antes, pero también creo que la presencia de Xóchitl les ofrece más posibilidades de dar la batalla. La pregunta de fondo es saber si además de una candidata oportuna y potencialmente popular, en Gálvez hay una sustancia presidencial; es decir, si existe algo más que una biopic explotable y un verbo desparpajado. No son las únicas dudas razonables sobre los retos que entraña esta candidatura. A continuación algunas:
1. Ganar la nominación a Santiago Creel. Cuando Andrés Manuel López Obrador afirmó que el candidato de la oposición ya estaba definido de antemano, muy seguramente se refería a Creel, el preferido de la dirección del PAN, oportunamente negociado con el PRI y el PRD. Hasta hace una semana parecía una apuesta segura. La irrupción de Xóchitl Gálvez modificó de cuajo este escenario. Desde hace meses ella era la propuesta del grupo liderado por Claudio X. González, aunque con poco éxito frente al control hermético de las burocracias partidistas. Pero a nadie le pasaba inadvertido que Creel sería un débil contendiente en la recta final contra Morena; él, al igual que los otros precandidatos, olía demasiado a los viejos modelos a los que el votante dio la espalda en 2018. Bastó el disparador de una mañanera negada a Xóchitl para provocar los cinco minutos de reflectores que necesitaba. Sería ingenuo ignorar que los recursos y las estrategias mediáticas de los grupos que la apoyan tuvieron que ver con la súbita espuma que se generó en cuestión de horas.
Lo que sigue ahora es ver la respuesta de los partidos de la alianza frente a esta figura que siempre ha sido periférica a ellos. No tengo duda de que en la auscultación a mar abierto entre Creel y Gálvez, ella saldría avante, pero no están claras aún las condiciones y requisitos que los dirigentes habrán de establecer sobre el proceso interno. Podrían ser un mero pretexto para dificultar la tarea a la candidata.
2. Demostrar que es algo más que una botarga y una biopic. Sin duda Xóchitl puede ser una candidata con arrastre popular en estos tiempos en los que la escena política se ha convertido en un circo. El triunfo de Trump en Estados Unidos o de Boris Johnson en Inglaterra dejaron en claro que en la política electoral puede tener más éxito la locuacidad y el espectáculo que la solidez o el fondo de las propuestas. Para muchos ciudadanos opuestos al obradorismo cualquier opción es preferible que un sexenio más de la 4T; pero tendrían que asegurarse de que la medicina no salga peor que la enfermedad.
Hay mucha inconformidad social en un país tan desigual como el nuestro y serios riesgos de ingobernabilidad frente al escenario de una gestión presidencial que se desmorone. Después de todo, muchos podrán estar en desacuerdo con las medidas adoptadas por López Obrador, pero es evidente que el manejo de las cuentas públicas ha sido responsable en lo fundamental, el peso es estable, existe inversión y hemos retomado un crecimiento moderado. Es decir, habría mucho peores escenarios que este, incluso para quienes no tienen ningún entusiasmo por el actual gobierno. Lo cual nos lleva a Xóchitl. Ponerse una botarga y dramatizar su origen humilde puede generar votos, pero en sí mismo no garantiza que tenga los mínimos indispensables para conducir los destinos del país. Y no digo que carezca de ellos; simplemente dar cuenta de que hasta este momento hay muy poco para extender un cheque en blanco, por no hablar de algunos exabruptos preocupantes en las apariciones públicas de la hidalguense.
3. La verdadera pertenencia ideológica. Además de la capacidad real, el otro enigma con relación a Xóchitl Gálvez es su fondo ideológico y político. Si bien ella es crítica del gobierno de la 4T, existen elementos comunes con esta corriente, tanto por su extracción social como por muchas de sus ideas.
Ella misma, a diferencia de otros candidatos de la oposición, asegura que algunos o muchos aspectos del programa social de López Obrador merecerían conservarse. Una y otra vez ha emitido críticas en contra de los grupos privilegiados y es evidente que para algunos grupos conservadores es una figura incómoda, por decir lo menos.
Paradójicamente, hoy parecería estar apoyada por los sectores privados que desean hacer política para oponerse al proyecto del país impulsado por AMLO.
Por lo menos en el papel, sería la propuesta de la oposición menos afín a una corriente neoliberal o a una posición política cercana a la derecha empresarial. Es cierto que se trata de la candidata con mejor perfil para crecer mediáticamente (por su pasado y sus expresiones populistas) o para restarle fuerza al discurso “monopólico” del obradorismo con respecto a la defensa de los pobres. Pero habría que preguntarse qué condicionamientos podrían derivar de un maridaje entre una candidata relativamente independiente de los partidos y los grandes intereses que apoyarían su campaña. ¿Quién estaría utilizando a quién? ¿Tendría la capacidad para mantener su autonomía o terminaría siendo un instrumento de esas agendas?
Finalmente, una pregunta al aire. Xóchitl era una formidable candidata para la contienda en Ciudad de México. Probablemente la opción con mejores probabilidades incluyendo a los aspirantes de Morena, si consideramos los resultados de 2021 en la capital. Es decir, al aceptar lanzarse a una candidatura presidencial, sacrificó una alta probabilidad de quedarse con el segundo puesto político más importante del país (y automático precandidato presidencial para 2030). A cambio, se sumerge en una apuesta mucho más endeble al aspirar a Palacio Nacional.
Durante meses, con toda lógica, rechazó esa invitación; en un mal escenario para ella, terminaría con las manos vacías. ¿Qué argumentos la hicieron reconsiderar? A la oposición le conviene ir con un candidato popular, aunque pierda, con tal de mejorar la votación para el Congreso. Para ella, en cambio, sería una debacle abismal. ¿Un error de cálculo o razones que solo ella conoce?