Se van tantas almas buenas al día que se me afigura contraste fehaciente de tanta alma mala que se queda. Se van por cientos que suman ya miles –dos millones en el mundo– y cada uno duele por separado con su propia sombra y ausencia. Cada uno en cada cual ha de legar a sus deudos la dolorosa posibilidad de no olvidar los rostros tan entrañables entre un mar ajeno de caras y nunca dejar de amar sus ejemplos en vida como única garantía contra el olvido.
Se van víctimas de una nebulosa invisible que carcome el aire de sus pulmones y ahoga en silencio. Se van a calladas bocanadas, mientras afuera los gritos del abuso comercian con el oxígeno, las vacunas y hasta los planes funerarios. Se van los que ya no verán la descarada soberbia de quienes se creen inmunes, se van los instantes compartidos y el sueño pendiente, la promesa incumplida, la canción próxima y el proyecto detallado de una biblioteca infinita. Se nos van las horas pendientes y siete minutos que le quedaban a un juego hace medio siglo, cuando soñábamos anotar en el último instante del Mundial en pleno estadio Azteca o las horas que le dedicamos a las películas de matiné y luego el cine para desvelados, la medianoche cuando se acababa la televisión y las necias filas a las puertas del aula.
Se va tanta memoria intacta y tanto párrafo indeleble que se me afigura que en realidad, aquí no se va nadie porque aquí no ha pasado nada sino no lo que simplemente hemos de dejar pasar para que se nos quede grabada en la vista una sonrisa y esa conversación que tuvimos al filo del mar o en ruta por una carretera de montañas interminables o en las largas cartas siempre retrasadas que nos escribimos en papel cebolla envueltas en sobres de correo aéreo con ribetes tricolores y estampillas de colección. Se va tanta vida con las vidas que se nos van que es mejor apuntalar un convencimiento sereno de que en realidad no se nos va nadie que nos sea tan cercano y nuestro, tan espejo y ventana, tan piel y silencio, porque así pasen generaciones entre la niebla inevitable del desaliento o el desahucio, los que quedamos a la espera de ir hacia dónde se van nuestras ausencias hemos de esperar a los que vienen con los mejores recuerdos y huellas de las almas buenas que simplemente se quedan aquí para siempre, porque supuestamente se van.