Cultura

Mi vocho azul

Alfredo San Juan
Alfredo San Juan

Era un coche edición especial, modelo 1994 y nunca daba lata. Consumía poca gasolina, no llamaba la atención, le había comprado un radio nuevo y nuestra relación no podía ser mejor. Hasta que un día mi vocho azul se empezó a jalonear, se ahogaba con la gasolina y daba pequeños empujones como si quisiera, pero no pudiera avanzar. Lo tuve que llevar al taller. Ahí el mecánico utilizó las clásicas frases dándome todo tipo de órdenes mientras escuchaba cómo reaccionaba mi vocho: “acelera”, “mete clutch”, “mete primera”, “acelera otra vez”, “más” … Después de 10 minutos de acelerar y meter y sacar clutch el diagnóstico estaba terminado: no servía el sistema de inyección y se lo tuve que cambiar.

Se me había olvidado por completo esta anécdota sobre mi vocho hasta que hace unos años fui al doctor. Las órdenes eran iguales: “tose”, “respira más fuerte”, “retén el aire”, “expulsa el aire”, etc. Después de varios minutos el médico tenía un presentimiento de lo que estaba mal y me mandó hacer análisis en el laboratorio. En la actualidad, a los coches los diagnostican conectando una computadora para obtener la valoración de su estado en pocos segundos, mientras nosotros continuamos tosiendo, respirando y reteniendo aire. Pero, ¿cuándo adelantó la mecánica a la medicina?, ¿por qué vemos tan pocos avances en la medicina mientras estamos en un mundo que se revolucionó tecnológicamente?

No me mal entiendan, hay avances médicos importantísimos, pero el nivel de innovación, extensión de vida, resolver enfermedades y diagnosticarlas pareciera ir a un paso completamente diferente que el resto de un mundo exponencial.

Esto puede cambiar, y por eso cada vez escuchamos más el tema del biohacking. ¿A qué se refieren cuando alguien dice que está haciendo esta práctica?, o, ¿cómo saber cuando alguien nos hable de recomendaciones de biohacking para cuidar nuestra salud? Dicho término abarca una amplia gama de prácticas, pero en general combina la biología y la tecnología, con el objetivo de conocer mejor al cuerpo humano y a final de cuentas: mejorar la calidad de vida, y eventualmente, prolongar la vida. La palabra “biohacking” es sumamente general, pero para lo que se utiliza más frecuentemente es:

Biomarcadores: son dispositivos que miden indicadores para conocernos mejor. Ejemplo: relojes, bandas cardiacas, monitor de glucosa continuo, etc.

Monitoreo de sueño: son dispositivos externos para entender la duración, etapas, tiempo y eficacia del sueño para recuperación.

Nutrición personalizada: se basa en ajustar la dieta y alimentos dependiendo la genética y características biológicas individuales.

Nootrópicos: son fármacos con sustancias capaces de amplificar las capacidades cognitivas y que se encuentran de forma natural en algunos alimentos y plantas, o también de forma sintética en suplementos alimenticios.

Ingeniería genética y edición de genes: puede involucrar la manipulación y transferencia de genes de un organismo a otro o directamente agregar, eliminar o modificar secuencias de ADN.

Si bien todo el campo de biohacking involucra dilemas éticos y preocupaciones sobre posibles consecuencias imprevistas, la más controversial es lo referente a genética. Las prácticas de este movimiento son amplias y variadas, pero todas tienen en común un denominador a comparación de la medicina actual. Se trata de prevención en vez de la mitigación o corrección.

Es manejar bien el vocho, antes de que lo tenga que llevar al taller. Una vez escuché una anécdota donde alguien preguntaba ¿cómo conducirías y cuidarías tu coche si supieras que es el único que vas a tener para toda la vida? Es probable que nos brincaríamos menos baches, cuidaríamos los topes e iríamos a menos velocidad. Si eso haríamos con un auto, ¿por qué no actuamos así con nuestro cuerpo?

Es el año 2050. El biohacking ha transformado la vida cotidiana de una manera asombrosa. Imagina a un hombre que comienza su día con un despertar suave y personalizado, gracias a un implante cerebral que regula sus ciclos de sueño. Al levantarse, consulta su dispositivo wearable, que le proporciona información detallada sobre su estado de salud, incluyendo su ritmo cardíaco, niveles de glucosa y marcadores inflamatorios. Este dispositivo también le sugiere un desayuno personalizado basado en sus necesidades nutricionales y genéticas para ese día. Durante su rutina de ejercicio, utiliza una neurotecnología que mejora su concentración y rendimiento físico. A lo largo del día, realiza chequeos periódicos en su dispositivo para monitorear su bienestar emocional y ajustar su entorno de trabajo en consecuencia. Su tratamiento médico personalizado, diseñado específicamente para sus características genéticas, le permite mantenerse saludable y prevenir enfermedades antes de que aparezcan síntomas. Al final del día, utiliza terapias de rejuvenecimiento que retrasan el envejecimiento y mejoran su calidad de vida a largo plazo. En este mundo del 2050, el biohacking ha permitido un enfoque proactivo y personalizado de la salud y el bienestar, mejorando la vida diaria y expandiendo el potencial humano.

Viene una simbiosis entre la tecnología y nuestros cuerpos. Vamos a tomar decisiones sobre qué hacer durante el día o cambios de comportamiento dependiendo de lo que los aparatos nos indiquen. Con esto, vamos a ir corrigiendo los picos de indicadores que tengamos durante el día y ajustando nuestras actividades dependiendo de lo que nos digan nuestros distintos índices.

¿Es posible que nos convirtamos en esclavos de los indicadores? ¿Qué pasa si tuve una mala noche de acuerdo al indicador y a pesar de sentirme bien, me recomienda no salir de casa?… ¿Qué pasa con una vida donde estamos buscando la monotonía y no tener brincos en los distintos indicadores? No creo que mi monitor me recomiende hacer una carrera de larga duración, ni un ayuno prolongado, ni brincar en un paracaídas. En ese futuro: ¿alguien se aventuraría a probar una cocina nueva sin saber cómo reacciona su índice metabólico?

Si bien las oportunidades son infinitas, los riesgos también. Celebro el conocimiento de uno mismo que involucra el biohacking, me preocupa y asusta depender de indicadores y tratar de llevar una vida moderada en todos los sentidos todo el tiempo. Personalmente, encuentro el balance en los extremos, y no creo que mi reloj vaya a coincidir conmigo. A pesar de no ser bueno para mi longevidad es probable que la mejor vida sea la vivida y no una reactiva a lo que me recomiende mi reloj.

Mi vocho azul lo tuve que vender cuando se estaba volviendo una carcacha por más que lo cuidé. No tengo esa alternativa con mi cuerpo y por eso decidí el año pasado empezar a conocerme y hacer biohacking. Aunque los peligros son inmensos de depender de la tecnología y los índices que me midan el cuerpo, no me queda más alternativa porque a diferencia de mi vocho: cuerpo solo tengo uno. Bueno, pensándolo bien: hasta que lleguen los órganos impresos o clone mi cerebro en una computadora y deje de necesitar el cuerpo… pero eso lo dejamos para otro día.


Google news logo
Síguenos en
Jorge Combe
  • Jorge Combe
  • Cofundador de DD3
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.