
Tenemos a un hombre con una depresión en blanco y negro. Está echado en un cuarto blanco, unas cortinas negras esconden las ventanas; está al lado de una estación de tren, en un país de techos negros, donde las banquetas no son de oro y los estorninos se han fatigado. El hombre deprimido es el protagonista de “White Room” (Cream, 1968), obra maestra de la sicodelia que empieza con la electrizante guitarra wah-wah de Eric Clapton, en un diabólico tempo de 5/4. La canción, cuya letra escribió el poeta inglés Pete Brown, es una oda alucinógena a la desolación que produce un amor que se fue, en un tren, para más vértigo, por eso “este hombre se deprime en su cuarto blanco al lado de la estación (in the white room, with black curtains, near the station)”. Su depresión es en blanco y negro pero, súbitamente, como es natural pues nada tiene sólo dos caras, hay un destello plateado: “Los caballos de plata (silver horses), en tus ojos negros, hacen menguar los rayos de luna (run down moonbeams)”. En esos mismos ojos negros, de la novia que se le fue en un tren, había “tigres amarillos agazapados en las junglas (yellow tigers crouched in jungles)”. Esos tigres son lo que no vio venir este hombre enamorado que ahora yace deprimido, y sin embargo poético, en ese “lugar donde las sombras huyen de sí mismas (where the shadows run from themselves)”. Y aquí ya estamos en el fondo del pozo: no te quiere tu novia, no te quiere ni tu sombra, que no se pinta en la pared porque eres un pinche fantasma. Pero hay esperanza porque, en cuanto el tren se aleja, con la novia a bordo, él experimenta no propiamente un alivio, sino un aleteo que lo sacude y lo hace sentir que sigue vivo, aunque es verdad que afantasmado: “Cuando te vas el crepúsculo sonríe, mi desagravio (dawn-light smiles on you leaving, my contentment)”. Un verso raro, ya lo sé, pero nos indica que este pobre hombre superará su descalabro, porque ha aprendido a cuidarse de los caballos de plata que eclipsan a la luna y a desconfiar de los tigres amarillos, cuya belleza es letal cuando se agazapan en los ojos de la amada.