Con el santo de espaldas en casi todos los departamentos pero, según se ha dicho, con la inquebrantable voluntad de mover cualquier cosa en busca de mejores horizontes, en casi cuatro años de este sexenio en forma victoriosa se han alcanzado algunos objetivos no planeados y, al parecer, varios incluso no deseados.
Que en la búsqueda del progreso se hayan interpuesto desigualdad y pobreza debe tomarse como una escala necesaria camino al edén, parte de un experimento en el que, como en "Las ruinas circulares" (ficción de Borges), los seres humanos se sueñan a sí mismos pero al final se percatan de su condición de mero simulacro.
Algunos han advertido sobre el riesgo de alcanzar triunfalmente metas despreciables en nombre de elevadas causas, y pocas como esas resumen el empeño de una era esforzada, casi como el pacifismo de nuestra época violentamente asesina.
Otros objetivos se suman, como la deuda pública, vista como "una bomba de tiempo" (48 por ciento del PIB). Los mensajeros -léase calificadoras de riesgo, igual o peor de descalificadas que las encuestadoras electorales- hicieron su parte y los destinatarios la suya con recortes presupuestales y aumento de impuestos, vía gasolinas y energía eléctrica.
La asechanza depredadora simulada con el otorgamiento de certificados de buen o mal comportamiento financiero, la austeridad no llegó para quedarse sino para ser pulverizada y sustituida por algo más allá del desastre.
Eso indican las cifras respecto de que el gobierno contrató deuda a ritmo de mil 181.6 millones de pesos diarios en los últimos 7 meses, y de que internamente el Saldo Histórico de los Requerimientos Financieros del Sector Público (SHRFSP) quedó en 5 billones 632.3 mil millones de pesos, el externo se ubicó en 3 billones 252.9 mil millones de pesos al cierre de julio pasado, y la deuda externa en 177 mil 300 millones de dólares (aumentó 15 mil 700 millones de dólares en un año)
No es difícil aventurar a qué carteras especuladoras o paraíso fiscales han ido a parar esos fondos, cuyos propietarios prestan con una mano y con otra cobran el doble dando vigencia el círculo devastador del supuesto desarrollo económico, enviando ahora mensajes para que nadie frene su banquete pantagruélico.
Como sugiere el cuento, "y a la fuga pánica de las bestias (con cargamento de miles de millones dólares) se repitió lo acontecido cuando las ruinas del santuario del dios del fuego fueron destruidas por el fuego". El viejo mago se horrorizó: él también era una apariencia, un sueño del deseo de otros (sin controles ni pago de impuestos).