En la Carta Encíclica Fratelli Tutti del Papa Francisco, publicada el 3 de octubre del presente año, hay una interpretación actualizada de la parábola del Buen Samaritano que toca las actitudes que actualmente se mueven con relación a la epidemia covid-19, que mientras a unos trae en el azoro, a otros les tiene muy sin cuidado.
Para unos y otros va la siguiente reflexión papal, para que cada quién se acomode donde quepa. Dice el Papa:
“Asaltan a una persona en la calle, y muchos escapan como si no hubieran visto nada.
Frecuentemente hay personas que atropellan a alguien con su automóvil y huyen.
Sólo les importa evitar problemas, no les interesa si un ser humano se muere por su culpa.
Pero estos son signos de un estilo de vida generalizado, que se manifiesta de diversas maneras, quizás más sutiles.
Además, como todos estamos muy concentrados en nuestras propias necesidades, ver a alguien sufriendo nos molesta, nos perturba, porque no queremos perder nuestro tiempo por culpa de los problemas de otros. Estos son síntomas de una sociedad enferma, porque busca construirse de espaldas al dolor.
Mejor no caer en esa miseria. Miremos el modelo del buen samaritano. Es un texto que nos invita a que surja nuestra vocación de ciudadanos del propio país y del mundo entero, constructores de un nuevo vínculo social.
Es un llamado siempre nuevo, aunque está escrito como ley fundamental de nuestro ser: que la sociedad se encamine a la prosecución del bien común y, a partir de esa finalidad, reconstruye una y otra vez su orden político y social, su tejido de relaciones, su proyecto humano.
Con sus gestos, el buen samaritano, reflejó “que la existencia de cada uno de nosotros está ligada a la existencia de los demás: la vida no es tiempo que pasa, sino encuentro con los demás” (Fr. Tu. Nos. 65 y 66).
