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‘Home office’ y la epidemia que viene

  • Lagunauta
  • ‘Home office’ y la epidemia que viene
  • Jessica Ayala Barbosa

La pandemia de covid-19 vino a acelerar el proceso de digitalización de la vida. El aislamiento ha orillado a millones de personas a trabajar, aprender y socializar a través de la tecnología desde un solo espacio, la casa, de tal forma que los oficinistas prácticamente nos hemos mudado a internet.

A diario nos encontramos con una afirmación que creo que no analizamos a profundidad: nada volverá a ser igual después de esto. A todos nos queda claro que las cosas van a cambiar, pero no reflexionamos mucho en qué sentido lo harán. Nos gusta creer que para bien, sin embargo, es poco probable que eso suceda, para empezar porque la misma frase encierra una actitud pasiva.

Pienso en quienes observan y evalúan los resultados de las medidas que se han implementado. ¿De qué manera impactará en el futuro cercano esta experiencia en la toma de decisiones de funcionarios y líderes empresariales?

Quiero centrarme en la cuestión laboral. Durante la década pasada varios economistas influyentes señalaron que, a diferencia de las anteriores, la Cuarta Revolución Industrial, también conocida como Revolución Digital, no se había traducido en un incremento de la productividad. Esta anomalía fue denominada como “paradoja de la productividad”, misma que, según algunos analistas, ha quedado resuelta durante esta cuarentena.

Si bien es cierto que la tecnología ha ganado terreno en nuestras actividades de trabajo, no muchas empresas se habían atrevido a dar pasos tan decisivos hacia la completa digitalización. Sin embargo, la contingencia no ofreció muchas opciones y cuando los gobiernos comenzaron a ordenar el cierre de centros de trabajo que desempeñaran actividades catalogadas como no esenciales, los patrones realizaron sí o sí los cambios necesarios para que sus empleados continuaran el trabajo desde casa.

Las ventajas del ‘home office’ habían sido descritas desde hace tiempo, pero es hasta ahora que pueden experimentarse y evaluarse de una forma más clara. Sería ingenuo pensar que tras esta pandemia no habrá transformaciones en nuestra manera de trabajar, después de todo, como hace unas semanas puntualizó una integrante de la Coparmex, se calcula que el trabajo a distancia incrementa 28 por ciento la productividad. La reducción de gastos operativos sería otro aliciente que estará en consideración.

¿Pero qué pasa del lado de los empleados? La ocasión también nos exige analizar el panorama laboral al que nos hizo enfrentarnos esta pandemia, como al que seguirá después. ¿Cuáles son las variables que nosotros tendríamos que tomar en cuenta? Para comenzar se me ocurre una pregunta: ¿Estamos dispuestos a producir casi un 30 por ciento más por el mismo salario? Eso en el mejor de los escenarios, porque tampoco hay que descartar las reducciones, recortes u otros ajustes derivados de las pérdidas económicas durante esta pausa.

Es cierto que los pronósticos en materia de empleo son desalentadores debido a la pandemia. Pero no soslayemos que las malas condiciones laborales ya existían desde antes de que el covid-19 apareciera en nuestras vidas. Basta recordar que a principios de este año México se situó en la posición número 40 en un ranking de 54 países con respecto a su salario mínimo, mientras que en la última medición de la OCDE se colocó como el país donde más horas se trabaja al año.

Según la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) alrededor de 10.3 millones de personas trabajan más de 48 horas a la semana. Se trata de una gran cantidad de personas para las que la jornada laboral puede oscilar entre las 9.8 y 11.2 horas al día, cuando la Ley Federal del Trabajo marca que esta no debería exceder las 8 horas.

Los testimonios de estrés laboral ya estaban por todas partes antes de la pandemia (tenemos hasta una norma especial para combatirlo) y no es muy difícil constatar que se ha agravado durante este tiempo, porque además se combina con otros factores. Producimos más, pero ¿a qué costo?

Es cierto que todo va a cambiar, eso es inevitable, la pregunta es: ¿Cómo haremos para asegurarnos de que nuestra salud mental no esté por debajo de la salud financiera cuando todo esto pase? Debemos detenernos a pensar en esto, de lo contrario, la próxima amenaza para la estabilidad económica no será una epidemia viral, sino una de trastornos mentales.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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