No puedo creer que ni el INE ni el Tribunal hayan sido capaces de impedir que Claudia Sheinbaum se convirtiera en presidenta, a pesar de las chorromil ocho mil impugnaciones que interpuso Xóchitl Gálvez, justo cuando estaba en la encrucijada de ser presidenta de México o de Venezuela, donde también la daban por ganadora las encuestas de Massive Caller y las actas derechuecas de María Corina Machado. Y eso que estas denuncias estaban basadas en hechos irreales como las que esgrimió Pedrillo Ferriz con los ojos desgobernados y carita de san buey, mientras regañaba a Alititito Moreno y a Markitititito Cortés por no haber defendido los 100 millones de votos de la ultraderecha que no contaron y que deben estar escondidos en Dos Bocas.
Digo, era como para que la góber petocha de Chihuahua le hubiera mandado un operativo a la Sheinbaum como el que le quiso aplicar a Javier Corral, con una pequeña ayuda de don Beltrone y Javi Duarte como dicen las malas lenguas, en nombre del estado policiaco que desatinadamente gobierna (¿no es curioso que los reporteros de Ciro Gómez Leyva estuvieran justo a la hora del malogrado apañón? No hay que ser sospechosistas, ni modo que el comunicador haya sido asesorado por Loret Lord Montajes y García Luna Productions para hacer ese numerazo azo azo. Seguramente pasaban por ahí y vieron la luz prendida). Ahí tendrían que haber estado Claudio XXX y María Amparito Casar utilizando algunos de los millonarios recursos con los que los derechairos gringos financian a Mexicanos contra la Introspección, para salir al quite y parar al comunismo de la Cuatroté, que es un espectro que recorre México.
Cualquier cosa con tal de que el discurso de Claudia presidenta no se expandiera en todo su sentido social y esperanzador, poniendo a temblar a machuchones, plutócratas y fifís, y a toda su exigua fanaticada de ardillas. Cualquier cosa con tal de no ver algo terrible que pensé que Dios no nos iba a dar vida para contemplarlo: a la ministra Piña, ave de las tempestades perjudiciales, enemiga del dictador macuspánico, cuyo espíritu legalista ha liberado a notabilísima gente de bien como Chayito Robles, Juan Collado y Mario Marín, le tembló la toga y, a diferencia de su primer encuentro con AMLO, esta vez sí se levantó de su asiento y sonriente le aplaudió a rabiar a la presidenta Sheinbaum. Dicen que la impartidora de injusticias sintió pasos del plan C en la azotea.
Nadie detuvo a Claudia, ni la detendrán.