Vi con no poco estupor que al Frente Amplio por México le urge desesperadamente poner un letrero a la entrada que advierta con toda claridad que “No se recibe cascajo”. Sobre todo ahora que recibieron como suspirantes a personajes como Miguel Ángel Mancera (que sabe que nadie votaría por él, ni los Chuchos, pero que anda buscando un premio de consolación que le dé más tiempo de impunidad con fuero incluido), y Cabeza de Vaca (que valiente y pundonorosamente mandó a su familia a hacer el trámite, alegando como todos los vivales de la oposición que es un “perseguido político”).
A estas alturas de la simulación, Claudio XXX González ya debería de saber que, aspirante por aspirante, el único y verdadero estadista en la contienda, que hace ver a todos los demás como auténticos cavernicolitas es el gran Juanito. Personajazo al que los panistas, por temor a que opacara a la señora del huipil, lo querían sacar de la contienda bajo la máxima calderónica del “Haiga sido como haiga sido”. Afortunadamente el mítico Juanito con su clásica banda tricolor en la frente, fue dado de alta y dará la batalla.
Mas ahora que Lady X está en serios problemas por truquear una imagen por andar de quedabién, sobre todo consigo misma. Una foto de una señora vendiendo tamales fue manipulada para hacer creer que apoyaba a Xóchitl con toda su retahíla de logotipos. Esto la refuerza como la reina del photoshopazo político que enarbola una campaña indigenista de Pineda Covalín, seudo progre y medio buena ondita, que defenderá a huipilazos el proyecto salinista-zedillista-fobaproísta-calderónico-foxista-voxista-autoritario-represivo de siempre.
Eso le pasa por juntarse con los líderes del PRIANChu que son un costal de mañas, y por tanto ir las terapias fachas de Alazraki y los paleros de Alazraki. Esos como la señora Pagés que en la portada de su revista que nadie lee, ni los de Yunque, dejó entrever que AMLO estaría planeando un magnicidio contra los candidatos de la oposición. Es como cuando con sus ánimos fakesnewseros decía que por el AIFA llegaban cientos de venezolanos terroristas, sí, seguramente venían a sustituir al molito de olla por las arepas.
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Lo más triste de Porfirio Muñoz Ledo no fueron los últimos años como rehén de su ego y de la ultraderecha que tanto combatió y con la que se coludió, sino que no hubiera escrito —como le pedí una tarde de copas— sus memorias como bon vivant, flâneur de la picardía y profesional del desmadre.