En una declaración arrebatada, probablemente producto de andar a salto de mata después de haber faltado por enésima vez a la audiencia sobre su chuchinero con Odebrecht, Ricardo Anaya afirmó que “No me voy a dejar”, contradiciendo una tesis que he sostenido a lo largo de más de veinte años en esta columna que tiene algo de cruz y del Pantera: “Déjense Ahí”. Tengo la firme convicción de que en la medida en que la gente se deje ahí podría tener un mayor grado de concentración para resolver problemas y construir caminos de la vida que sí sean los que uno pensaba. Es lo que suele ocurrirle al sector opositors, por eso suele precipitarse estentóreamente en el ridículo. Ahí tenemos a Krauze que, si me hubiera hecho caso, no habría publicado un tuit que un día será visto como histórico-histriónico-histérico donde se pregunta sobre qué le dirá a sus nietos cuando le pregunten sobre qué hizo para impedir que esta maldita Dictadura macuspánica destruyera a México. Jajaja. En una de esas lo van a cuestionar sobre qué hizo para impedir que el salinismo-foxista-calderonista-peñista hiciera de las suyas.
Cuando Anaya declara que “No me voy a dejar”, ahí queda claro que cometerá el mismo error de producir videos aburridos y sin gracia que Sexo, Pudor y Lágrimas 2. Eso no está bien; sobre todo porque seguirá decepcionando a los dos o tres incautos que creían que podría ser el gallo de la oposición para el 2024. Por eso nadie empujó la etiqueta #TodosSomosAnaya pero, seamos sinceros, ¿quién querría ser Anaya? Ni Anaya. Están como los que creen que alguien querría votar por Alititititito Moreno o por Markititititito Cortés, a lo mejor los proveedores de botox y eso quién sabe.
El problema de Ricardo es que no tiene pasta de héroe ni de mártir. Él tendría que haberse entregado a las autoridades y hacer su clásico número de la “vístima” en el tambo, autodenominarse preso político libertad y hacerse pasar como el Valentín Campa blanquiazul y fakeminista. Pero, tristemente, entre los niños mimados de la vida no hay vocación para la verdadera lucha de clases; por eso se vanaglorian de juntar en un Space de algo llamado Sociedad Civil México (otro invento mafufufo de Claudiostein XXX González) más bots que en toda la saga de La guerra de las galaxias. Esto, en vez de mostrar músculo llenando el Zócalo, aunque sea de tiendas de campaña vacías y volátiles como las de FRENAAA.
Ricardo Anaya, aceptémoslo, no se va a dejar ahí.
Jairo Calixto Albarrán