Las familias transmigrantes están enfrentando un sinuoso y largo camino lleno de violaciones a sus derechos que se traduce en la separación de sus integrantes en su lucha por alcanzar un mejor nivel de vida en un país diferente al suyo.
En su trayecto hacia la frontera norte de México, las familias que salieron de algún país de Centroamérica se van separando, a veces, por accidentes que se presentan en el camino, en otras ocasiones por operativos en los que uno o más de sus integrantes son deportados.
La difícil situación económica y de violencia en países como Honduras y Nicaragua, desencadena que familias completas salgan de sus casas y se encaminen hacia Estados Unidos, pese a la posibilidad de perder la vida o a alguno de sus integrantes.
Los operativos para evitar el paso de los transmigrantes en México no se fijan en si se llevan al padre de familia o a alguno de los hijos, solo les interesa deportar al mayor número de indocumentados en el menor tiempo posible.
A sus 30 años de edad, Greicy Ávila, originaria de Honduras, quien desde febrero de este año se encuentra en Puebla, sueña con volver a ver reunida a su familia que fue separada por la migración y el endurecimiento de las políticas contra los indocumentados.
Greicy Ávila viajaba con su esposo y su hijo de siete años con el objetivo de llegar a Estados Unidos y encontrarse con familiares que les brindaran apoyo para mejorar su nivel de vida. En el camino, tras un operativo, su esposo fue detenido y deportado a Honduras; mientras que ella, en estado de gravidez, se quedó en la ciudad de Puebla donde dio a luz a sus gemelos y ahora intenta reorganizar a su familia.
Actualmente, Greicy es apoyada por el sacerdote Gustavo Rodríguez Zárate, coordinador de la Pastoral de Movilidad Humana de la arquidiócesis de Puebla, y por un grupo de fieles y estudiantes de diferentes universidades que realizan servicio social en beneficio de los más necesitados.
La familia de Greicy está dividida, su esposo intenta llegar a Puebla, pero ha sido descubierto en tres ocasiones; mientras que su segunda hija, Génesis, se encuentra con la abuela en Honduras. Ahora, con el apoyo de su hijo de siete años y sus dos gemelos, la joven hondureña saca fuerzas para seguir buscando alternativas con el objetivo de volver a unir a su familia. Como ella, muchas mujeres más son ejemplos de fuerza y valor para el mundo.
jaime.zambrano@milenio.com
