Faltan 16 días para que Puebla elija a la persona en quién depositará la confianza para que gobierne en los próximos seis años: las opciones son limitadas, no por cantidad, sino por la nula viabilidad de promesas disfrazadas de propuestas.
Puebla es un estado cuya llegada a la alternancia política fue menos que letra muerta en tanto que la representó en su momento Rafael Moreno Valle Rosas, un ex priista que se coló a las filas del Partido Acción Nacional para llegar al poder político y ejercer con autoridad absoluta. Y si las leyes estorbaban, pues se modificaban que para eso estaba y está un Congreso a modo.
A 14 años de aquella elección de 2010 Puebla no ha tenido ni un gobernante en cuyo ADN no haya nada de priista y si las decenas de encuestas que ahora se publican tienen razón, los próximos seis años habrá de gobernar otro ex priista.
¿Puebla sigue ausente de la alternancia política? Tan ausente que no lo han tocado los tsunami nacionales generados primero por el foxismo y luego por el obradorismo, tan odiado el uno por el otro.
Las propuestas de Alejandro Armenta Mier y Eduardo Rivera Pérez, las dos únicas opciones que Puebla tiene en 2024, son tan parecidas entre sí que hacen necesario pensar si el modelo está agotado o si ambos equipos en campaña están puestos a no hacer más que lo necesario, eso que llaman nadar de muertito mientras se ganan las elecciones y luego mientras termina el sexenio.
Si en el naciente siglo XX el panista Vicente Fox Quesada representó la posibilidad de un cambio nacional y jaló a más de un estado a probar otras mieles, visto está que a 24 años de aquel movimiento Puebla, y muy a pesar del obradorismo de 2018, sigue sin una alternancia seria porque no hay quién la encabece, no hay un líder que demuestre que tiene condiciones de, por ejemplo, pasar reformas en un Congreso que no esté a modo, sino que vele por el interés de aquellos que los eligieron.
Y no lo hay porque, parafraseando a Miguel Bosé, es más fácil ser lo mismo envuelto en novedad que, ¡ay!, dejar de cavar el pozo en el se está.
Al Margen
Los sexenios son perecederos, sí, aunque para bien o para mal, con ellos todos vamos muriendo un poco. Así que haríamos bien en ser menos hombres de nuestro tiempo y sí mucho más revolucionarios.