Mi madre me comentó que eran principios de los 70´s y el cantante Juan Gabriel se presentaba en el palenque de la Feria Nacional Potosina, confiesa que lo fue a ver pensando en “burlarse” del artista de voz afeminada, modos finos y maneras delicadas, no propias para el clásico macho mexicano, muy arraigado en el San Luistradicional.
Cuando empieza el show y suena el mariachi, entra el cantautor y comenzaron los chiflidos, las mofas y los gritos de “mamacito” y demás epítetos peyorativos hacia su persona… pero dice mi progenitora que cuando abrió con “Arriba Juárez” el público se quedó callado y se puso a admirar el talento artístico, la creatividad de sus letras y el ritmo que le ponía a la música vernácula. Dejó en silencio a un público difícil, homófobo y burlón que al final de la presentación no tuvo más que embelesarsecon una estrella que brilló, pésele a quien le pese.
Y tiene todo quever esto con la Administración: ya que vimos a un hombre que se inventó así mismo y que hizo de su creatividad la herramienta para quedarse en el gusto del pueblo de México para siempre. Alberto Aguilera desarrolló el producto Juan Gabriel y a base de esfuerzo y dedicación, construye un imperio que al final no supo administrar, pues terminó destruyéndose así mismo.
Desde su muerte, hemos sido testigosde la vida y obra de una persona, sí con talento e ingenio para la música, pero que tuvo que salir adelante contra idiosincrasias, miedos, escarnios públicos y privados, no solo por sus preferencias sexuales, sino por su origen humilde y sencillo. Es un excelente ejemplo de una persona resciliente.
Te agradecemos Alberto Aguilera, el ejemplo de vida que nos has puesto, eres guía para todos los que sufren discriminación y al final el talento y la creatividad te aseguraron un lugar en la preferencia y el corazón de la gente, que seguirá adquiriendo tu música, o tus posters, o tus películas o libros que tengan que ver contigo.
Adiós, porque ya lo sé, que tú te vas.
