El 2017, cuando frisaba los 83, visitó este espacio para explicar sus diseños de rompecabezas sobre construcciones antiguas y otros basados en obras de artistas mexicanos; ahora, por primera vez, reprodujo un gigantesco mural. La idea nació mientras veía y escuchaba a un médico sudamericano, 19 años mayor que él, quien había terminado su maestría.
Durante una década, Moisés Jaime Toporek Bornstein, de padres polacos, ha diseñado más de 100 rompecabezas, todos relacionados con sitios históricos y pinturas; pero esta vez, durante su encierro por la pandemia, se propuso la tarea de hacer una reconstrucción a escala de los murales que visten la Biblioteca Central de Ciudad Universitaria.
Este hombre, que en los años cincuenta estudió la prepa nocturna en San Ildefonso y continuó en la Facultad de Ciencias Químicas de la UNAM, dice que presentará su proyecto al rector Enrique Graue.
Se trata de una obra “muy importante” del arquitecto Juan O’Gorman, indica Toporek, pues relata “una buena parte de la historia de México”.
Es común que sus trabajos estén diseñados en formatos planos; ahora, por primera vez, lo presenta en una sola pieza forrada por los cuatro costados, simulando la Biblioteca Central de la UNAM —inaugurada en el año de 1956—, “orgullo de lo que es arquitectura y el arte mexicano”.
Las cuatro fachadas representan diferentes épocas de la historia de México, como es el pasado prehispánico y el colonial, el mundo contemporáneo, la propia UNAM y el México actual.
“Lo que traté de hacer, y creo que se ha logrado con buen éxito, es que los cuatro murales que forran la biblioteca, una vez terminado de armar el rompecabezas, se pueden pegar sobre la caja de empaque y se reproduce totalmente el edificio”, detalla Toporek.
—¿Ya hizo contacto con el rector?
—Le mandé un informe donde le pido que me reciba porque considero que la obra es de la UNAM, donde yo estudié; yo fui casi contemporáneo de aquel famoso Goyo Cárdenas, que mató a unas cuantas muchachas, cerca de la Facultad, en el pueblo de Tacuba —refiere, para dar una idea de la época.
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Moisés Jaime Toporek Bornstein, de 86 años, no usa lentes y se mueve rápido mientras esquiva pedazos de concreto en la avenida Balderas; vive en sur de la ciudad, donde confecciona rompecabezas desde hace más de diez años, luego de observar que en la tienda de su hija llegó un diplomático a comprar un rompecabezas de la pirámide de Chichén Itzá. Le dijeron que no había y se fue un tanto decepcionado, mientras en don Jaime nacía una idea.
Lúcido, no se cansa de producir; al contrario, dice, “lo hago con muchas ganas, con la misma pasión por el arte mexicano, que tanto aprecio”.
—Dice que sus primeras obras son…
—La de Chichen, la de Palenque, el Observatorio, el Calendario Azteca. De ahí seguí con obras de Diego Rivera, del maestro Siqueiros, en fin, de los grandes artistas mexicanos…
—Es usted un apasionado.
—Sí, totalmente, del arte mexicano.
—¿Qué lo mantiene así?
—El amor a lo que hago y a lo que tengo: una familia muy bella de cuatro hijos, diez nietos y trece bisnietos, compartida con mi señora, de 84 años, que recibimos de ellos lo mismo que entregamos.
—Eso lo mantiene.
—Me da ánimos, me da satisfacciones, aparte de que me permite vivir de ellos, pero sobre todo que he tenido contacto con clientes, tanto en exhibiciones como en participaciones; siento que lo que ellos aprecian de mí es el trabajo que yo también disfruto mucho.
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Es normal que los rompecabezas se entreguen con las piezas sueltas; esta vez, por tratarse de murales sobre cuatro fachadas del edificio, que mide 4000 metros cuadrados, son presentados en una caja.
El proyecto, gestado durante “una buena parte del retiro en casa”, explica Toporeck, surgió después de ver por televisión el caso de un ingeniero colombiano, de 104 años, que había concluido su maestría.
Se trataba de Lucio Chiquito, quien, de acuerdo a notas periodísticas, terminó su tesis doctoral en medio de la pandemia, “un caso que ha sido símbolo de admiración hacia el longevo estudiante que hizo su investigación para la Universidad de Manchester, Inglaterra, la cual, además, halló una solución matemática que había buscado por 30 años”.
"Tengo 104 años y medio”, dijo Chiquito a la cadena RCN. “Mi tesis consiste en determinar la cantidad máxima de agua que se puede sacar económicamente de un río para energía o para cualquier otra cosa. Yo estudié hace 73 años en la Universidad de Manchester".
Eso mismo sirvió de impulso para que Moisés Jaime Toporek Bornstein, de 86 años, realizara su nuevo proyecto.
“¡Ciento cuatro años!”, exclama quien hace tiempo fue presidente de la Cámara Nacional de la Industria del Calzado.
“Yo fabriqué la marca Wilson, junto con un hermano, durante varios años; luego me dediqué a otras industrias; inclusive tuve una litográfica grande, donde hacíamos empaques de cartón”.
—De ahí nace su afición…
—Siempre fui aficionado a las obras de arte; fanático del arte mexicano; para mí, lo que tenemos en México, es algo maravilloso.
Cuando se retiró de la fábrica de zapatos, hace diez años, sus hijos le pidieron que ya no hiciera nada, pero le ayudó a su hija a montar una empresa de juguete educativo.
Ahí fue cuando conoció al diplomático francés que llegó en busca de un rompecabezas de Chichén Itzá y no tenían nada que se le pareciera.
—¿Y él qué le dijo?
—“Qué tristeza que ustedes los mexicanos ni saben ni quieren ni comprenden la cultura que heredaron”.
Y eso lo acicateó.
Humberto Ríos Navarrete